Voluntariado lector, entre la filantropía y la despolitización

Voluntariado lector, entre la filantropía y la despolitización
[…] una buena gestión cultural debe surgir de una gran cantidad de actores sociales –en especial, de aquellos históricamente silenciados- o ser capaz de convocarlos. Las políticas culturales deben tener como uno de sus objetivos fundamentales promover a los ciudadanos como agentes más participativos en el diseño de la vida común.
Víctor Vich, en Desculturizar la cultura. La gestión cultural como forma de acción política

Para poner en contexto el tema del voluntariado en programas y proyectos de promoción de la lectura, promovidos desde instituciones del Estado, presento de modo sucinto algunos de los factores que pueden ayudar a comprender la complejidad del fenómeno del voluntariado, tanto en el marco del asociacionismo como en su adopción por parte del Estado en el sistema neoliberal.

En América Latina, con el antecedente de la revolución cubana (1959), en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX se produjeron movimientos sociales y políticos que buscaban democratizar los procesos de participación, abatir a los regímenes autoritarios y las dictaduras militares. Fueron décadas de florecimiento de la movilización social con conciencia política, pero también de nuevos golpes de Estado, en países como Chile (en 1971), Argentina (en 1966 y 1976), Bolivia (en 1972) y Uruguay (en 1973), así como de luchas antiautoritarias de carácter político y armado en países como Nicaragua, El Salvador, Perú, Guatemala, entre los más representativos.

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Libertad de expresión

En México, aunque no existían dictaduras militares formales, el régimen priista de esas décadas era un régimen represivo y autoritario, que fue confrontado por movimientos sociales y políticos, entre los que se destacan los movimientos estudiantiles de 1968 y de 1971, así como por el surgimiento de organizaciones armadas (guerrillas urbanas y rurales) que, al igual que en las dictaduras, sufrieron la represión y la guerra sucia caracterizada por la tortura, el asesinato y la desaparición de cientos de militantes de esos movimientos.

En los años ochenta sobrevino una especie de impass de las luchas armadas que dio paso a otras formas de participación social, como fueron los movimientos sociales urbanos, feministas, laborales, entre otros, y la creación de un sistema de partidos que canalizó, oficializó y, en cierta medida, buscó controlar las luchas sociales y políticas, proceso que desembocó en la creación del Instituto Federal Electoral en 1990. A la par de este proceso, inició la implantación de políticas económicas neoliberales que produjeron progresivamente la privatización de bienes y servicios; la desaparición de la propiedad colectiva de la tierra en su figura del ejido; el desmantelamiento de las prestaciones sociales; la precarización del trabajo, de los servicios de salud pública, de la educación; un crecimiento desmedido de la pobreza, el desempleo, la migración; la sobreexplotación y depredación de los recursos y áreas naturales, a través de concesiones a industrias privadas, locales y extranjeras; el control social y político a través de programas asistencialistas por parte del Estado y, en las décadas más recientes, el crecimiento desmesurado de la corrupción, la impunidad, la violencia, los crímenes de odio y la violación de los derechos humanos.

En este contexto, surgieron figuras como las ONG, asociaciones civiles, cooperativas y colectivos culturales, entre otros; su proliferación se dio a partir de los años ochenta, como estructuras de participación social que se encargarían de paliar y hacer frente a necesidades que el Estado estaba progresivamente dejando de lado, en ámbitos de desarrollo económico, salud, marginación y diversos tipos de exclusión, violencias y violación de derechos humanos, entre otros.  En este punto es importante señalar el origen del llamado “tercer sector”, ámbito que se halla en medio de lo privado (con fines económicos) y lo público (a cargo del Estado), y en el que surgen las organizaciones no gubernamentales (ONG), cuya ocupación consiste en atender las problemáticas derivadas de los efectos del neoliberalismo y otros temas humanitarios. Entre otras causas, el protagonismo de estos organismos se sumó a un proceso impulsado por los gobiernos neoliberales de desplazamiento de formas de organización social politizadas y contestatarias. Y, de esa manera se produjo un auge de las organizaciones del referido “tercer sector”, cuyos principales ámbitos de acción fueron la cooperación para el desarrollo económico, la asistencia social, tareas humanitarias y, más recientemente, la promoción cultural, debido al reconocimiento de las prácticas culturales y su valor en la producción simbólica, el fortalecimiento de la identidad y la cohesión en procesos de reconstrucción del tejido social en comunidades y grupos.

Es importante señalar que hubo y hay grandes organizaciones no gubernamentales internacionales de corte humanitario, que surgieron con anterioridad a este periodo neoliberal, entre las que destacan Oxfam, que surgió en 1942, y cuyo lema es “trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento”. O bien, Cáritas, organización humanitaria que fue fundada por la iglesia católica en Alemania, desde 1897, con la tarea de trabajar contra la pobreza, la exclusión, la intolerancia, la discriminación… De modo parecido, han sido fundadas muchas otras organizaciones por diversas iglesias católicas y de otras religiones, con fines humanitarios y para el desarrollo de comunidades que viven en condiciones precarizadas o de vulnerabilidad.

La gran mayoría de las organizaciones citadas incluye esquemas de voluntariado para realizar intervenciones en diversos espacios y comunidades. Obtienen recursos de distintas fuentes, tanto privadas como públicas, y algunas incluso generan recursos propios. Sus directivos y operadores son empleados fijos que cuentan con contrataciones laborales específicas. En tanto que el voluntariado que convocan para hacer viables sus intervenciones está compuesto por personas que ven en esta participación una oportunidad de mostrar un gesto solidario por otras personas.

Filantropía
Filantropía

He trazado este panorama para contextualizar y destacar algunos de los fenómenos que se han producido bajo este esquema de asociacionismo, el primero de ellos se trata de la marcada despolitización de la participación del voluntariado en estos programas y la promoción de un sentido de realización individualista, basado en un altruismo caritativo que agota su efecto en intervenciones puntuales. Sin plantearse, o muy poco, cambiar las condiciones sociales, económicas y políticas que han dado origen a las situaciones de emergencia que atienden (de pobreza, exclusión, violación de derechos humanos, etc., que ya se han mencionado). Al sistema neoliberal y los gobiernos que adoptan sus medidas les ha convenido promover y apoyar económicamente a muchas de estas organizaciones, incluso han adoptado esquemas de voluntariado parecidos para operar algunos de sus programas, porque encuentran en ellos varias ventajas: por una parte logran mediatizar de manera significativa la inconformidad y el malestar social, así como menguar la organización y la protesta ciudadana; y, por otro, porque es una forma de deslindarse de sus responsabilidades en la atención de las demandas sociales, económicas, humanitarias, educativas y culturales, así como de las demandas emergentes provocadas por la violencia, la migración y los desplazamientos forzados, la violación a los derechos humanos, culturales…

Muchas de las ONG y otra clase de asociaciones civiles y religiosas que han surgido para hacer frente a estos problemas, lo han hecho con las mejores intenciones; muchas tienen fundamentos éticos y humanitarios, algunas incuso políticos, claros y consecuentes. Mientras, lamentablemente, muchas otras tienen un doble discurso y su objetivo central es la obtención de recursos con que pagan espléndidas remuneraciones a sus fundadores y operadores primarios, aprovechándose del trabajo de un voluntariado que de buena fe se suma a sus proyectos.

Mediante este proceso de deslinde de las obligaciones del Estado, para responder a las necesidades de la población que vive en situaciones de vulnerabilidad extrema, se ha ido supliendo la garantía de los derechos ciudadanos por las acciones de las organizaciones de la llamada sociedad civil que han respondido con medidas paliativas a las adversidades que viven grupos y comunidades, pero paradójicamente no han ayudado de modo efectivo a resolverlas ni a combatir sus causas. Entonces, me pregunto, ¿qué tanto contribuye el voluntariado a cambiar las condiciones que han originado las situaciones de exclusión, marginación, deterioro de los derechos sociales, humanos, culturales…?

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En este panorama contextualizo mi cuestionamiento acerca de que el Estado promueva esquemas de voluntariado para operar programas culturales y, específicamente, de lectura. Porque, como he señalado en un texto anterior (Promover la lectura con un voluntariado de buen corazón o la precarización de la mediación lectora), y lo hago ahora de nueva cuenta, considero que los gobiernos e instituciones educativas y culturales están obligadas, por una parte, a formular políticas fundamentadas, sensibles y comprometidas en materia de cultura escrita, para el ejercicio pleno de los derechos educativos y culturales de la población; y, por otra, a destinar recursos suficientes para la puesta en marcha de las acciones que se requieran en los ámbitos educativo y cultural para este fin. Lo cual implicaría continuar y ampliar la profesionalización de mediadores y mediadoras de lectura y cultura escrita, y considerar su remuneración digna.

Reitero mi desacuerdo con el hecho de que el Estado acuda a esquemas de voluntariado para operar programas culturales y de lectura, por las razones enunciadas en el panorama de la primera parte de este texto.  No digo con esto que toda mediación lectora deba ser remunerada, pero sí que merece serlo la mediación que forme parte de los programas promovidos por el Estado y sus instituciones.

Asimismo, cuestiono los efectos que han propiciado los esquemas de voluntariado, en todos los ámbitos, incluido el educativo y cultural, por su despolitización y su reducción a acciones de tipo asistencialista, caritativo y filantrópico; esencialmente, porque en muchos casos (incluso desde el desconocimiento, desinterés o falta de mirada crítica) han disminuido las posibilidades de organización, autogestión y movilización de las comunidades que atienden, limitado, a querer o no, su capacidad para emprender acciones para combatir las causas estructurales y sistémicas de las problemáticas que padecen y que desde los proyectos asistencialistas se dice combatir.

Indignaos
Indignaos

Por ello, me parece importante que la mediación de la lectura y la cultura escrita que se dé a través de iniciativas autogestivas, no sea vista desde los esquemas de voluntariado, tal como se han revisado éstos, sino desde una perspectiva solidaria con sentido ético y político. Esto es que se contribuya, a través de los encuentros mediados por la palabra que se lee, se escribe, se conversa, se piensa, se siente…, a construir experiencia significativa que ayude a tejer agencia personal y social, que ayude a la construcción de ciudadanía y de horizontes esperanzadores para la experiencia singular y colectiva. Asimismo, esta postura implica reconocer el poder de la lectura, la escritura y las interacciones dialógicas y reflexivas que posibilita la palabra y, en especial, la palabra literaria como experiencia estética que desborde el asombro y la emoción, pero también como experiencia constitutiva de la subjetividad y del sentido de otredad, de alteridad y de comunalidad, de autonomía y pensamiento crítico, que tanta falta nos hacen en este mundo dominado por un sistema neoliberal que promueve el individualismo, la apatía, el egoísmo, la competencia, el miedo, el odio, la intolerancia, la exclusión…, y que nos produce más como consumidores y reproductores despolitizados del mismo sistema que como ciudadanos conscientes de su papel histórico y como personas solidarias y amorosas con sueños y esperanzas.

No es mi propósito desalentar la decisión que asumen muchas mediadoras y mediadores de lectura y cultura escrita de brindar su tiempo y esfuerzo de manera voluntaria, sino invitarles a reflexionar sobre la posibilidad de empoderar su experiencia y politizar sus intervenciones; animarles a trascender la mediación de lectura como mera realización personal y filantrópica, y a mirarla como posible acción transformadora y emancipadora de las comunidades con las que se encuentran. Así como a visibilizar el valor de su trabajo frente a las instituciones, en cuyos proyectos participan, y hacerles ver que merece ser reconocido y retribuido.

Invasión de Niños Comelibros-logo

Por último, como alternativa, destaco la importancia de construir más iniciativas autogestivas y críticas de mediación cultural y de lectura, que no dependan para su accionar de los gobiernos ni las instituciones. Les invito a nombrarse y asumirse como «miembros solidarios» de las organizaciones que logren crear, en vez de «miembros voluntarios», por el sentido ético y político que implican los términos.

Termino nombrando y reconociendo a una de estas iniciativas, ciudadana, autónoma, crítica y persistente en su proyecto autogestivo. Se trata del colectivo Invasión de Niños Comelibros, asentado en la ciudad de Puebla, México, donde han creado clubes de lectura y ciencia en vecindades de barrios populares, espacios en los que sesionan semanalmente. Esta agrupación de mujeres y hombres jóvenes está a punto de cumplir nueve años; yo les conocí en 2013 y desde entonces les sigo la pista y les admiro. Algunos de sus miembros han volado hacia otros proyectos, mientras otros han llegado para fortalecer sus acciones y sueños. Ahora me han convidado a su fiesta de cumpleaños, por lo que me siento muy feliz y me dispongo a acompañarles en algunas de sus intervenciones y a aprender de su experiencia.

 

Crédito de imágenes: 

Imagen de portada: Obra de Boa Mistura, grupo arte urbano, en Lavapiés, barrio de Madrid. En: «Descubrir el arte urbano de Madrid», Cultura inquieta, 13 nov. 2018, en: https://culturainquieta.com/es/lifestyle/item/14614-descubrir-el-arte-urbano-de-madrid-sobre-ruedas.html. Consultado el 2 de abril de 2019.

Imagen «Filantropía», de Campeones 2008, encontrada en: Wikimedia, licencia en: https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.es. Consultada el 30 de abril 2019.

Imagen «Libertad de expresión», en http://www.pulsovenezolano.com/2015-se-configura-como-el-peor-ano-para-la-libertad-de-expresion-en-ecuador/libertad-de-expresion/. Consultada el 29 de abril de 2019.

Imagen «Indignaos», foto de El País, en: https://tn.com.ar/internacional/¡indignaos-el-libro-que-inspiro-al-movimiento-15-m_055948. Consultada el 30 de abril de 2019.

Fuentes consultadas:

  • Jiménez Olmos, Javier, “América Latina desde las dictaduras militares a los gobiernos de izquierda”, en el sitio Paz y Seguridad Internacional. Análisis de conflictos, en: https://jjolmos.com/america-latina-desde-las-dictaduras-militares-a-los-gobiernos-de-izquierdas/. Consultado el 29 de abril de 2019.
  • Rodríguez Victoriano, José Manuel, “El voluntariado como fenómeno social y cultural: un diseño neoliberal de despolitización”, en Revista Arxius, Núm. 4, Junio 2000.
  • Serna, María Guadalupe, Entre caridad y solidaridad. Las organizaciones mexicanas del Tercer Sector, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017.
  • Zurdo Alaguero, Ángel, “El voluntariado en la encrucijada: consideraciones sobre los límites de la participación social en un contexto de individualización, despolitización e instrumentalización creciente”, en Documentación Social. Revista de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada, núm. 160, enero-marzo, Madrid, Cáritas Española, 2011. Número dedicado al tema: Voluntariado: presencia y transformación social.