Leer con otros, hacer comunidad: mediación y conversación lectora

«Nosotros no sabemos lo que pensamos sobre un libro hasta que hemos hablado de él.»

Sarah, 8 años, en Dime, de Aidan Chambers.

En tiempos de la modernidad líquida, en los cuales, a decir del pensador Zygmunt Bauman (1925-2017), se ha exacerbado la individualidad y la volatilidad y transitoriedad de los vínculos y las relaciones humanas, leer con otros es una alternativa para construir comunidad. Para construir identidad, cultura común y lazos solidarios. Como inicio de esta reflexión, señalo que la lectura solitaria no existe. Ya que aun en el encuentro de un único lector frente a un texto, en la intimidad que se construye en la lectura individual, leer es una práctica dialógica que pone en contacto e interacción a un lector con la voz o las voces que habitan el texto que lee. A veces, leemos a solas, pero no necesariamente desolados. En cambio, si nos sentimos desolados, un libro puede darnos compañía. Cuando creamos un vínculo personal con el texto que leemos, en ese vínculo nace un diálogo en el que, como lectores y como sujetos, construimos un significado particular y único. Pero esa experiencia no se queda ahí, de algún modo la socializamos, ampliamos nuestra lectura personal, al extender la conversación con otros, con quienes compartimos nuestra impresión, emoción o las ideas que nos provocó el texto leído. Recomendamos leer el texto que leímos, o sencillamente hablamos de él, deseando que la emoción que nos produjo se propague.

Si bien, la lectura individual crea un espacio privilegiado en que se acoge nuestra intimidad, las construcciones significativas que hacemos al leer un texto no son exclusivas de la lectura a solas. Antes bien, cuando leemos un texto en común con otros lectores y conversamos acerca de lo que el texto dice a cada uno, nuestra propia interpretación se ensancha, vemos aspectos que tal vez no habíamos considerado al escuchar la interpretación que otros hacen, escuchamos esas otras voces y podemos ver el texto como un crisol en el que cada lector encuentra distintos destellos. Después de una conversación cuyo eje es el texto leído en común, el significado que construimos juntos, solidariamente, es más robusto y enriquece la construcción personal de sentido que cada lector hace con su propia lectura. De modo que leer en comunidad hace que nuestra comprensión e interpretación de un texto sea más profunda porque estará cobijada por esas otras voces.

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Intertextualidad y mediación lectora

Un camino para propiciar diálogos de esa índole es la conversación sobre las voces del texto. Para ello se requiere de una mediación que procure conectar los hilos que tejen el texto, con las subjetividades de los lectores que comparten la lectura de ese texto. Una mediación que ayude, no sólo a dilucidar lo que dice el texto en su tejido más inmediato: lo que cuenta o lo que evoca, sino que ayude también a desentrañar la urdimbre más profunda del texto, para identificar entre otras posibilidades sus lazos e hilos intertextuales, y que éstos sean materia de conversaciones en busca de construir posibles significados del texto.

Tomemos en cuenta que cuando leemos, entramos en un territorio polifónico. Pues la lectura es un acto dialógico en el que intervienen diversas voces. En principio, y de modo más claro, está la voz del texto que nos dice de qué va su sentido, que nos narra o nos sugiere imágenes y emociones, que nos abre la puerta a mundos configurados literariamente, en la ficción o en la poesía; por otro lado, está la voz nuestra como lectores, quienes respondemos ante lo que nos dice ese texto. De modo menos directo, pero no menos relevante, participan en el diálogo, las voces que están en el texto y que provienen de otros textos, esas voces que hacen acto de presencia como evocaciones, alusiones, citas. Lo que Gerard Genette llama intertextualidad, es decir, la co-presencia entre dos o más textos, eso de lo que están poblados muchos textos y que, si atendemos un poco, podemos reconocer y desvelar su sentido en el texto anfitrión. La presencia de esos textos invitados nos propone nuevas rutas de lectura que podemos seguir por curiosidad o para ampliar el tejido de significados que guarda el texto que leemos en su relación con esos otros textos. De pronto, el texto que leemos deviene en mapa con distintos caminos trazados que nos llevan hacia otros textos, y hacia otros diálogos.

Esas presencias intertextuales no sólo acuden a un texto como demostración de que el autor se ha inspirado o conoce otras obras, sino que son voces que suelen aparecer de manera insólita y proponer una nueva significación del texto invitado, así como una significación más poderosa del texto que lo acoge. Por ejemplo, la imagen mítica presente en el siguiente fragmento del capítulo 7 de Rayuela, de Julio Cortázar:

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.

Si bien, la aparición del cíclope es metafórica, ya que propone una imagen del contacto amoroso a través de la mirada de los amantes que se acercan tanto, uno al otro, que se funden en una sola mirada que no mira más que la mirada del otro, ¿hacia donde más nos puede llevar la presencia del cíclope en esta prosa poética de Cortázar? Una ruta plausible, por supuesto, nos llevaría directamente al canto IX, de la Odisea, de Homero, donde se narra el encuentro de Odiseo con el cíclope Polifemo que, por cierto, no tiene nada de romántico, sino de tensión por el peligro al que se enfrenta el héroe y su tripulación frente al gigante hijo de Poseidón. Sin embargo, ahí nos lleva y este lugar puede ser sólo una estación en el camino. Ahora bien, si seguimos, esa ruta nos podría llevar a la Odisea completa, o bien, a otros textos de la mitología griega. De este modo, el lector también puede dialogar con esas otras voces que percuten como ecos de la Odisea en el capítulo 7 de Rayuela, y ampliar la significación que construye de un texto tan breve como poderoso.

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Hay más, otras presencias intertextuales que no siempre son evidentes para todo lector, o bien, no a todos los lectores se les revelan o les hacen sentido, porque dependen del horizonte de cada sujeto, así como del tejido peculiar que su lectura le lleve a hacer. Por ejemplo, en este caso, en el fragmento de Cortázar se podría establecer un vínculo intertextual con otros textos, poéticos o narrativos, a partir de la imagen del beso a que nos convoca la líneas del capítulo 7 de Rayuela. En ese tejido cabrían muchos otros textos, a propósito de la imagen de un encuentro amoroso cifrado en un beso. Textos lingüísticos, tanto como de otros lenguajes, ya sea una obra escultórica como “El beso”, de Auguste Rodin, o pictórica como la obra con nombre semejante, “El beso”, de Francesco Hayez, o cinematográficas como Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, evocada inevitablemente por la sucesión de besos de la conmovedora escena final, sólo por citar unos pocos ejemplos. En resumen, la intertextualidad nos regala motivos para dar sentido a los diálogos que entablamos con otros lectores; para dialogar acerca de los sentidos que juntos encontramos en el texto que leemos; y para ir en busca de nuevos diálogos con otros textos.

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La tarea de un mediador o mediadora de lectura es encargarse de hacer sonar esas voces que están en el texto que se lee en compañía de otros. Sin explicitarlas directamente, porque eso obstaculizaría el hallazgo que todo lector tiene derecho a hacer en sus lecturas. En cambio, la mediación debe invitar a los lectores a desvelarlas, a buscarlas en su horizonte y acervo personal, quizá dando pistas, haciendo preguntas que inviten a la rememoración de textos conectados a partir de la imagen que evoca la metáfora, el pasaje, la emoción o la conmoción a que nos convoca o nos provoca un texto. La mediación puede ocuparse de hacer preguntas que como lectores no siempre nos hacemos explícitamente, pero que sí respondemos cuando logramos entrar en el texto o cuando el texto entra en nosotros. Esto ocurre cuando pensamos el texto como si fuéramos parte de él, como si ya fuera nuestro: ¿Qué me dice a mí ese texto? ¿En qué lugar de ese mundo configurado en el texto me coloco? ¿Soy espectador o me pongo en los zapatos del personaje? ¿Soy neutral o me sumo a una causa de la lucha que libran los personajes? ¿Eso que ocurre en el texto me ocurre a mí también, me ha ocurrido alguna vez? ¿Me he sentido como este o aquél personaje; he tenido intenciones semejantes o, en cambio, cuáles han sido las mías? Y tantas otras.

¿Hay una forma de leer mejor que otra? No lo creo, leer, ya sea a solas o acompañados de otros lectores brinda las mismas oportunidades para el asombro, el encuentro con nosotros mismos y para leer más allá del texto. Lo que sí cambia, cuando leemos en compañía de otros es, por una parte, el alcance de nuestra apropiación de los textos que leemos. Cualquier texto se abrirá más y nos mostrará más vetas, porque cada subjetividad horada en un punto distinto, así que miraremos más dentro de él en tanto lo leamos con otros que cuando lo leamos a solas. La lectura de los otros nos llevará a ver más profundo en el texto. Y, por otra parte, la lectura compartida con otros nos ayudará a construir comunidad. Leer en colectivo, no se trata sólo de leer junto a otros lectores, sino leer CON otros, y esto requiere de disposición a la escucha atenta, horizontalidad y colaboración para desentrañar el sentido del texto, los hilos que lo tejen y descubrir juntos los caminos hacia otras lecturas que nos propone su urdimbre.

Estoy convencida de que leer con otros, como se ha dicho al inicio de esta nota, es una alternativa para construir comunidad y, con ello, identidad como lectores, como sujetos y como ciudadanos. En tiempos de la modernidad líquida, de la que Bauman nos ha advertido, donde los desapegos se traducen en indiferencia y apatía, es urgente construir comunidad y solidaridad.

Créditos de las imágenes:
La imagen de la portada es la obra «El beso», de Francesco Hayez (1859, óleo sobre lienzo).
El cuadro «El joven Cicerón leyendo» es de Vicenzo Foppa (1464, fresco).
La ilustración de Polifemo es de Pep Montserrat, para el libro La Odisea, editada por Combel, en 2008).
La imagen de la escultura es «El beso», de Auguste Rodin (1882-89, mármol).

“Si les diéramos más poesía a los niños, el mundo cambiaría.” María Baranda. Entrevista.

“Si les diéramos más poesía a los niños, el mundo cambiaría.” María Baranda. Entrevista.
Leo, leo mucho, todos los días hasta que los ojos se me llenan de sueño. Desde que empecé a escribir cuando tenía como diez u once años, me compro unos cuadernos de hojas blancas. Y poco a poco empiezo a llenarlos de palabras, de palabras que son mundos, mundos que me llevan al aire y a soñar que yo algún día, estoy segura, podré volar.
María Baranda, en Diente de león.

La poeta María Baranda (Ciudad de México, 1962) fue designada en noviembre pasado como embajadora de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) para el año 2017. Este nombramiento representa una promesa para la difusión y la promoción de la poesía y, de manera especial, de la poesía que se dirige a la infancia.

María Baranda tiene una trayectoria relevante en la literatura actual mexicana, que la ha llevado a obtener premios destacados, entre los que se encuentran el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta, de 1995, y el Premio Aguascalientes de Poesía, de 2003. Así como el binacional Premio de Poesía Jaime Sabines-Gatien Lapointe 2015, otorgado por el Seminario de Cultura Mexicana y el Festival Internacional de Poesía Trois-Riviéres), de Québec.

La autora de El jardín de los encantamientos (1989), Fábula de los perdidos (1990), Los memoriosos (1995) y Moradas imposibles (1997) y Dylan y las ballenas (2003), entre otros títulos, es una poeta cuidadosa de sus versos y del sentido de la poesía, ya que la asume como una necesidad expresiva sobre la experiencia con la realidad que nos toca vivir. Su arribo a la escritura inició durante la infancia reescribiendo los cuentos que leía y, en su adolescencia, escribiendo poemas de amor, cuyo destinatario, por cierto, nunca leyó. Más tarde, su poesía “adulta”, que ya contaba con una voz lírica profunda y “desgarrada”, hizo un lugar a la poesía destinada a la infancia, gracias a la recomendación de otros poetas, quienes consideran que es responsabilidad de los escritores (sin etiqueta de edad) hacer textos para iniciar a los niños en la apreciación del lenguaje literario y en la poesía, en particular.

Su primer libro de poesía para niños fue Digo de noche un gato, con ilustraciones de Julián Cicero (2006), al cual siguieron los títulos Sol de loEl vuelo y el pájaro o cómo acercarse a la poesía-PNSLs amigos, con ilustraciones de María Wernicke (2010) y Diente de león, con ilustraciones de Isidro R. Esquivel, los tres publicados por el sello de Ediciones El Naranjo. En el mismo año de 2012, hizo la antología Hago de voz un cuerpo, con ilustraciones de Gabriel Pacheco, del FCE, y el manual para mediadores de lectura, El vuelo y el pájaro o cómo acercarse a la poesía, publicado por CONACULTA para su Programa Nacional Salas de Lectura. Además, cuenta con otros títulos de narrativa para niños y adolescentes,
así como con libros en formato de álbum, con diversas editoriales.

La siguiente entrevista se llevó a cabo el 9 de septiembre de 2013, en la Ciudad de México, a propósito de mi interés por la poesía para la infancia y por la obra de María Baranda, publicada hasta ese momento. Todo ello, en el marco de mi curso en el Diplomado de Literatura Infantil y Juvenil, de la Universidad Iberoamericana, el cual estuvo coordinado por la doctora Laura Guerrero. Comparto ahora las palabras de María en este blog, para celebrar su nombramiento como embajadora de la FILIJ y para celebrar la poesía y la infancia.

En la semblanza que escribiste para los libros Digo de noche un gato, Sol de los amigos y Diente de león, mencionas que empezaste a escribir cuando eras una niña, ¿qué te dio la escritura en esa etapa?

Cómo empecé a escribir. Yo leía mucho de niña y leía historias, porque tuve un abuelo muy lector que siempre me daba cuentos, pero descubrí que en los cuentos todos los héroes eran hombres. Lo que yo leía eran cuentos de Salgari, de Julio Verne, algunos de los Hermanos Grimm, pero me parecían tristísimos. O de Andersen, como “La cerillera”, me acuerdo cómo lloraba yo con esa niña que se quedaba pobre y que luego se moría. Qué horror. Alguna vez me regalaron Alicia en el país de las Maravillas y pensé que era una niña muy loca y me dio miedo. Entonces, empecé sola realmente, por una necesidad de ubicarme dentro del texto a cambiar los cuentos. Y lo que yo hacía era leer y, después de leerlos, volvía a escribir la historia pero la protagonista era yo, ya no era Hans de Viaje al centro de la tierra. Me acompañaban por supuesto todas mis primas y mis amigas. Y descubríamos los monstruos que queríamos descubrir. Y llegábamos a las islas imaginarias que queríamos y, bueno, pues tuve muy grandes maestros, todos estos enormes escritores a los que yo imitaba e iba siguiendo paso por paso, pero como un juego. Como tratar de hacer un mundo propio que nunca encontré cuando fui niña, cuando fui lectora. En realidad por eso fui escritora, por esa necesidad de tener un mundo propio en mis juegos.

¿Y conservas tus libretas?

Pues el otro día mi mamá me entregó algunos cuentos, y entre ellos venía uno que se titulaba “El príncipe miserable”. Donde se ve que estaba muy enojada con mis hermanos, sobre todo con uno de ellos. Y yo lo castigaba. Y viene obviamente de “El Príncipe feliz”, de una copia del cuento de Oscar Wilde.

Así que tú hacías una re-significación de los cuentos que leías.

Así empecé.

¿Cuál es tu recuerdo más infantil en relación con la poesía?

No [tengo], no sé si porque en esa época de niños no nos daban poesía. Yo la recuerdo en la adolescencia con el golpe del primer amor, por ahí del tercero de secundaria, me enamoré de un chico. En mis libros de texto sí venían poemas. Y yo sentía que [a través de la poesía] era la única manera en que podía hablarle a él. Y escribí y escribí y escribí tremendos poemas de amor. Por supuesto él nunca se enteró, él nunca me volteó a ver. Ni siquiera me volteó a ver. Pero yo me quedé escribiendo poesía.

Pues qué afortunados somos, de que te hayas quedado escribiendo poesía. Y luego de tu Premio Nacional Aguascalientes 2003, ¿qué hubo? No he leído nada de poesía para niños de antes, sino de después. ¿Este premio de alguna manera te llevó a escribir para niños o ya lo habías hecho antes?

Tulia y la tecla mágica
No, no lo había hecho. Lo había hecho en prosa. En el 2000 publiqué mi primer libro, se llamó Tulia y la tecla mágica. Fue escrito para mis hijas, y también por esta necesidad del juego, de crear un mundo propio. En mi casa se escribían muchos cuentos en ese entonces, con el compañero que yo tenía en ese tiempo. Y, bueno, todo tenía que ver alrededor de los cuentos. Pero la poesía yo la tenía muy dividida. Pensaba que era para adultos, era mi parte adulta. Son poemas muy fuertes los que yo escribo en el mundo adulto. Con un mundo muy íntimo, pero a la vez muy desgarrado, hay mucha sangre, mucho llanto también. Aunque haya alegría, pero no me considero una poeta feliz en el mundo de los adultos. Empecé a escribir para niños después de un viaje que hice a Europa del Este y muchos de los autores ahí me cuestionaban que si yo no escribía para niños poesía. Y a mí ni siquiera se me había ocurrido y dije pero por qué. Y fue en Polonia donde los poetas me dijeron: es que si no lo hacemos nosotros, María, entonces quién, es como una responsabilidad que tenemos con ellos.

Aprendí también del honor que es para un escritor, escribir y dirigir tus imágenes y tus metáforas para los más pequeños. Y coincidió con que una editora, Ana Laura Delgado, del Naranjo, me llamó y me pidió mi primer libro de poesía [para niños]. Yo me reusé al principio y dije: ‘¡No, cómo, jamás lo he hecho!’ Ella me dijo: Te espero el tiempo que sea necesario. Y me tuvo que esperar un año. Y fue muy difícil escribir Digo de noche un gato.

Este fue tu primer libro de poesía para niños, entonces.

Y lo quiero muchísimo, pero me costó un trabajo tremendo, porque yo sabía que tenía que tener estas imágenes sencilla, estas metáforas más simples. Y entonces, es forzar mucho tu cabeza, tu trabajo, tu pluma. Y bueno, hablar de las cosas que yo pensaba que le podían importar a un niño, porque me importaban a mí, antes que nada. A mí me importan mis mascotas, a mis hijas también. A mi hijo le importaban los insectos. Entonces, la segunda parte tiene que ver más con él, con el mundo de la cigarra. Y con cosas que pasaban en la casa, porque por ejemplo ahí hay un poema a una vaca equivocada. Y de veras, un día se metió una vaca. Bueno ni siquiera se metió, se quedó en la puerta y yo jamás pude mover mi coche y, entonces, yo nunca llegué a mi cita, pero se quedó el poema, “Una vaca equivocada”.

¿De dónde vienen las palabras de estos poemas para los niños? Además de venir de tus vivencias, propias y con tus hijos, con la vida cotidiana, ¿vendrán de alguna manera de la María niña?

Yo creo que hay una palabra que es muy importante en la poesía. Y es que la poesía tiene que ser necesaria. Y cuando la poesía es necesaria para uno, se vuelve necesaria para el lector. Como nunca el lector de poesía se acerca a un libro como en secreto, porque lo tiene que volver a leer. Es como hablarle en voz baja a alguien.

María Baranda-foto de Enrique Rivera

Es como leerlo también en voz baja, metidos así, con una linterna debajo de las cobijas. Porque te están revelando algo demasiado personal e íntimo. Entonces, más allá de si yo una niña o no una niña. Yo no creo que haya una niña dentro de mí. Espero que no. Ya tengo cincuenta años. Espero que haya una adulta por fin, bien formada. Pero obviamente cuando escribo para niños, pienso en un lector más pequeño. Pero pienso desde el adulto, ¿eh? No creo que piense desde esto que se dice, de la niña interior. A mí más bien me da miedo esa imagen de la niña interior. Porque digo: ‘Ay no, todo lo que he vivido, tanta cosa, tanta terapia, para no haber crecido’. Entonces es desde ahí, desde la palabra necesario. La necesidad de escribir. Por ejemplo, el poema de «Mi perra». La perra se murió. Fue una perra pues como en todas las casas, si ustedes tienen una mascota, el perro se vuelve parte de la familia. Y son perros que viven diez, quince años. [La perra] representaba para cada uno de mis hijos, y hasta para nosotros, alguien, algo importante. Para uno era el sillón, para otro era el barco, con el que iba a volar, para otro era la almohada. Para mí era la compañía. Empollaba aguacates esa perra, era como una gallina. Entonces, era adorable y acabé haciéndole un poema necesario para su funeral.

Tus libros tratan de diversos temas, uno de ellos, es el de los amigos, pero también la noche, los animales, los bichos, y además estados de ánimo y vivencias importantes en la vida de cualquier persona, adulta o niña. La experiencia de la amistad, por ejemplo, y el descubrimiento del mundo, como en Sol de amigos, o la experiencia de la pérdida en la búsqueda de los sueños y la esperanza, cómo en Diente de león, libros que tienen un lirismo poderoso que resulta muy emotivo para cualquier lector. ¿Cómo eliges, cómo llegas a la necesidad de tratar esos temas con la poesía?

Diente de león
Para mí la poesía está trenzada con el concepto y con la emoción. Mi poesía no es nada más conceptual, no está pensada nada más intelectualmente y tampoco es nada más pura emoción. Creo que yo voy tejiendo una trama, un hilado de sensaciones, de emociones y de ideas al mismo tiempo en el poema. Y siempre me lo propongo, para mí eso es un verdadero reto. En Diente de león, por ejemplo, es una historia que yo leí en el periódico sobre los desplazados en África. Pero yo acababa de estar en Oaxaca trabajando en escuelas con maestros y con niños, y me había desgarrado el paisaje y muchas historias de ellos. Pero realmente el disparador de ese libro es la historia de estos niños que tienen que salir de su casa. Te juro que escribí ese libro llorando. Y hay momentos en los que no podía dejar de llorar. Y decía: ‘pero porqué estoy escribiendo un libro tan triste’. Pero lo escribí de un tirón. Rapidísimo, no sé cuántas semanas fueron. Ya después lo pulí mucho, lo trabajé mucho para que quedara bien presentado. Pero sí, es un libro muy emotivo, porque salió así, salió de algo que me impactó, de algo que me pareció muy injusto. ¿Qué hemos hecho con los niños? No darles un mejor lugar, un mejor hogar a cada uno. Y eso es lo que me desgarra y es lo que está contado ahí, eso es lo que hay detrás.Sol de los amigos

Yo creo que la amistad es lo más importante en la vida. Porque pase lo que pase siempre te va a salvar un amigo. La mano de un amigo, una amiga. Y esas son las cosas que a mí me interesa transmitirles a mis hijos y a mis propios amigos y a mis lectores. De ahí Sol de los amigos, la amistad de un perro y un pájaro. Alguien que es del aire y alguien que es de la tierra. Alguien que no puede alcanzar al otro, porque el otro se va a ir o el otro se va a quedar y se va a morir en la tierra. Y cómo esos dos mundos se juntan a través de la amistad. Y el uno quiere al otro. Entonces, escogí estos dos elementos que, además yo veía en mi jardín. El perro persiguiendo al pájaro y el pájaro venciendo su miedo para acercarse al mayor enemigo y lograr descifrar y tener un mundo propio.

Seguramente tú has leído, conoces, a María Zambrano, ella dice algo en relación con la experiencia de la poesía. Dice que las palabras nos permiten levantar el vuelo. Y a mí me llama la atención que tú también, de alguna manera, en esta auto-semblanza en tu libro, también mencionas que la poesía te ha permitido volar. Cómo tienes ese deseo y sabes que lo vas a poder hacer en algún momento, a través de las palabras. Me encanta la idea, esta idea, de que las palabras te permiten volar. Y, en ese sentido, los niños con los que tú has estado dialogando directamente sobre tus libros, ¿qué te han dicho de estas palabras?, ¿de este vuelo?

Hace poco, la mamá de un niño se comunicó conmigo para decirme que estaba muy sorprendido su hijo que tiene 9 años, se llama Mateo. Y, le dijo a su mamá: ¿De cuándo acá ella y yo somos amigos? Su mamá le preguntó, ¿por qué? Mateo le respondió: Porque leí el poema «A mis amigos». Mateo se sintió evidentemente identificado: Es que está hablando de mí, mamá, es todo lo que hago yo. Ella sabe lo que yo hago, ella sabe lo que hacen mis amigos. Entonces quiero saber cuándo fue mi amiga ella.

EDigo-de-noche-un-gatose es uno de los regalos más grande que me han dado. Una identificación tan fuerte con un poema, que, claro, yo tengo los recuerdos de lo que yo hacía o mis hermanos o de observar a otros niños, otros niños chicos que puedo ver, de cómo se guardan un poco de tierrita o caracoles; una hija mía se guardaba hasta las lombrices en los bolsillos. O cómo se comen el jamón directo del refrigerador o se beben la leche del empaque. Y todas esas cosas, y correr descalzos y gritar. Y todo lo que te hace feliz. Esos detalles que, como surgen de algo muy personal, espero que sí trasciendan, como le pasó a este niño, Mateo, y toquen a alguien más. Porque a mí lo que me interesa es que el poema sí sea un puente de comunicación con un lector. Porque si no, estaría urdiendo yo mis propias tramas, mis poemas absolutamente barrocos, haciendo cosas complicadísimas donde nadie pudiera entrar porque es mi mundo. Pero en este tipo de poemas no, la intención sí es que afuera está un lector y que yo pueda tocarlo. Y enseñarle esto que dices, que me encanta, del vuelo y del juego. Porque el lenguaje está, antes que nada, para jugar y [eso] se nos olvida mucho.

Y que la poesía es el arma, es la llave para abrir esa puerta de la lengua para la escritura y el pensamiento. Yo estoy absolutamente convencida de que si les diéramos más poesía a los niños, el mundo cambiaría.

Completamente de acuerdo. Te iba a ser preguntas sobre dos binomios, uno es niños-poesía y el otro es poesía-juego, y creo que lo acabas de explicar muy bien. Ahora, te invito a hacer un juego, un juego de palabras que son tu especialidad. Este va muy rápido, no te voy a dar tiempo para pensarlo. Tienes que responder en automático, ¿eh?

Tu libro favorito:

Un bolso amarillo, de Lygia Bojunga.La enorme nada

Tu postre favorito:

El mango.

Tu juego favorito:

Las escondidas.

El momento del día que más te gusta:

La mañana temprano.

Una palabra que te dé mucha risa:

Verde-limón.

La palabra que más te atemoriza:

Sangre.

Una palabras que te da esperanza:

Casa.

Una palabra cuyo sonido te gusta mucho:

Timbirimbín.

Una palabra que te haga soñar:

Volar.

Si la poesía para niños fuese un juguete, ¿cómo cuál sería?

Como una muñeca.

Si la poesía se pudiera comer, ¿a qué sabría?

A guanábana.

Y si la poesía para niños pudiese adquirir la forma de un objeto, ¿cuál sería? y ¿cómo sería?

Una caja para abrirla y ver qué tantos secretos hay ahí dentro.

¿Cuál es el libro que hayas escrito para niños que más te gusta, el más entrañable?

Ahorita, el último, Diente de león. Dicen que el último que acaba de salir es el que más queremos. Y hay algo de eso. Es como el hijo recién nacido que luego sí dices: ese bebé, ese bebé es mío.

Finalmente, ¿qué les dirías a los niños para invitarlos a leer poesía y a leer tu obra?

Que jueguen mucho, pero que también jueguen con la lengua y con las palabras. La poesía antes que nada es juego e imaginación. Y sentir mucho obviamente con el corazón.

Muchas gracias. ¡Viva la poesía!

Querido pajaro.jpg

Algunos libros para niños de María Baranda:

Tulia y la tecla mágica, Ediciones Castillo, 2006 (1ª ed. 2000).

Marte y las princesas voladoras, con ilustraciones de Elena Odriozola, FCE, 2006.

Digo de noche un gato, Ediciones El Naranjo, 2006.

El mago abuelo y su chango desaparecido, con ilustraciones de Cecilia Rébora, Ediciones El Naranjo, 2006.

Ángela en el cielo de Saturno, con ilustraciones de Margarita Sada, Castillo, 2008.

¡Ruge!, con ilustraciones de Alejandro Magallanes, Ediciones El Naranjo, 2008.

Arrullo, con ilustraciones de Margarita Sada, Ediciones El Naranjo, 2008.

La risa de los cocodrilos, ilustraciones de Julián Cicero, Ediciones El Naranjo, 2008.

Un abrazo, con ilustraciones de Cecilia Varela, Ediciones El Naranjo, 2009.

Silena y la caja de los secretos, Ediciones SM, 2009.

Sol de los amigos, con ilustraciones de María Wernicke, Ediciones El Naranjo, 2010.

Frida Kahlo: una historia posible, ilustrado por Gabriel Pacheco, Anaya, 2010.

Diente de león, con ilustraciones de Isidro R. Esquivel, Ediciones El Naranjo, 2012.

La enorme nada, con ilustraciones de Maite Gurrutxaga, FCE, 2015.

Querido pájaro, con ilustraciones de Elizabeth Builes, Ediciones El Naranjo, 2016.

(Foto de María Baranda frente a ventanal, de Enrique Rivera. Tomada de: http://www.imer.mx/rmi/maria-baranda/. 6 de enero de 2017.

Algunas notas sobre la celebración del Día de Reyes

La imagen de la portada pertenece a un mosaico de mediados del siglo VI, en el cual aparecieron escritos por primera vez los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, en la basílica de San Apollinare Nuovo, en Ravena, Italia.

Es de muchos conocido que en la narrativa de la tradición católica, se cuenta el pasaje sobre la visita que hacen al Niño Jesús los tres reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltazar, para honrar al recién nacido con regalos de cualidad simbólica. Le obsequiaron oro, que representa la naturaleza real del pequeño Jesús; incienso, que hace alusión a su naturaleza divina; y mirra, que señala su condición humana.

A partir de este relato, surgió la costumbre de dar regalos a las niñas y los niños, ya durante la Navidad, o bien, durante el llamado Día de Reyes. En vísperas de la llegada de los Magos, se suele llevar a cabo una práctica de cultura escrita que resulta ser significativa y relevante en la experiencia infantil. Se trata de la escritura de una carta, a través de la cual se hace un balance auto-reflexivo sobre el comportamiento observado durante el año. Por ejemplo:

Queridos Reyes Magos, este año me he portado más bien que mal…

Queridos Melchor, Gaspar y Baltazar, aunque no me porté muy bien este año, sí que merezco unos regalitos…

Nótese, además del carácter autocrítico y reflexivo al que convoca este ejercicio, su poder simbólico. ¿Por qué dejamos tan pronto de escribir acerca de nosotros mismos y de nuestros deseos? ¿Por qué dejamos ir tan pronto esa cualidad de mirarnos y valorar nuestras acciones o los efectos de las mismas? ¿Cómo mantener la capacidad de buscar equilibrio entre la ilusión de que la vida puede darnos regalos, a pesar de que a veces parece despojarnos de ellos? ¿Cómo recordar que la ficción es excelente compañía y nos prepara para los encuentros cotidianos con la realidad? ¿Cómo sería el mundo si esta práctica de infancia nos acompañara hasta el fin de nuestra existencia?

Volviendo al ritual de Reyes, otro componente de la carta es una lista y descripción de los objetos de deseo, es decir, de las peticiones que dirigimos a los Magos, acerca de las cosas que durante días, semanas y a veces meses hemos soñado tener. Entre las cuales destacan los juguetes y los regalos especiales; también, aunque con menor frecuencia, aparecen solicitudes de índole simbólica o emotiva, del estilo: Paz para el mundoQue mi papá juegue más tiempo conmigo… Que no haya niños pobres… ¿Quién, en su infancia, no hizo alguna vez una petición de este orden? ¿Pues acaso no eran magos esos reyes, o el destinatario de la carta debía haber sido otro, o será que algunos de esos regalos los tenemos que construir nosotros mismos?

Ahora, en los días que corren, también se leen peticiones de objetos sofisticados, propios de una sociedad de practicas y consumos tecnológicos cada vez más extendidos; de modo que hay niñas y niños que solicitan teléfonos móviles, tabletas y aplicaciones digitales, juegos electrónicos y más. Sí, de veras, conozco a algunos y ustedes también, ¿cierto? Asimismo, y para tranquilidad de muchos, también es cada vez más frecuente, ¿o menos raro?, que en algunas cartas se requieran libros, en ocasiones con la mención de títulos específicos o mediante los nombres de sagas completas. Además, como parte de los preparativos de la llegada de los Reyes, hay quienes acostumbran colocar un zapato e incluso dejar un bocadillo para el caballo, el elefante y el camello, dignos medios de transporte de los nobles viajeros (aunque en algunas versiones del relato, las monturas de los tres reyes eran camellos). Todo ello, entre otros tantos actos rituales que actualizan, de distintas maneras y con mayor o menor valor simbólico y tradicional, el Día de Reyes.

En cualquier caso, y al margen de la promoción consumista que esta práctica suscita, el Día de Reyes convoca una emoción desbordante que apela a la infancia, al juego y a la ensoñación, tanto como una experiencia de las niñas y los niños que hoy mismo están escribiendo sus cartas, o se hallan a punto de hacerlo, como a la de muchas personas adultas, quienes participamos recreando el relato y los componentes del rito, o bien, aprovechamos estas fechas para actualizar nuestra propia experiencia y ensoñaciones de infancia motivadas por los Reyes Magos que, cuenta la tradición, vinieron de Oriente. ¿Quién no intentó mantenerse en vela para sorprender a los Reyes Magos a su llegada a casa? ¿Quién no imaginó el periplo que tuvieron que hacer para arribar, por ejemplo, a un departamento en el cuarto piso? ¿Quién no imaginó cómo habrían logrado cruzar la ciudad el caballo, el elefante y el camello… cuál ruta habrían tomado… y si habrían respetado o no   los semáforos…?

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Por otra parte, no olvidemos que este tipo de prácticas culturales se asientan en el imaginario popular, a través de la producción de otras prácticas y objetos culturales de distinta índole. Por ejemplo, ¿recuerdan su foto en la Alameda o en otro parque con los Reyes Magos? O tal vez se quedaron con las ganas de que les tomaran una instantánea. O quizá la repudiaron, y se resistieron a fuerza de un mega berrinche, ante la posibilidad de estar sentados en medio de tres hombres de sonrisa dudosa, quienes bailaban al ritmo de cumbia con sus disfraces orientales, barbas y turbantes medio caídos, después de una jornada maratónica de trabajo. Ante esto tenemos que las representaciones escénicas o performance con vestuario o disfraz de Reyes Magos no sólo han surgido de las ideas creativas del autoempleo, sino que pueden deber su origen a las representaciones de momentos clave del relato cristiano (como la Anunciación, la Natividad, la Pasión, etc.) que provienen de la Antigüedad y la Edad Media, y que tuvieron un auge en el Renacimiento. Ya que la expansión del catolicismo y su narrativa global tanto como la que refiere el pasaje de los Reyes Magos se reflejó en las artes plásticas, principalmente en la pintura, la escultura, la litografía y el grabado. Así como en textos literarios, que incluyeron autos sacramentales, es decir, teatro con tema religioso. Un ejemplo emblemático es el Auto de los Reyes Magos, obra dramática compuesta presumiblemente en el siglo XII. En esta obra se representa el viaje de los tres Reyes Magos, quienes, guiados por la estrella que anunciaba emanuscrito-auto-de-los-reyes-magosl nacimiento de un niño que salvaría a la humanidad, tratan de desvelar el significado del acontecimiento y visitan al rey Herodes para persuadirlo de ver una amenaza en el recién nacido. En este auto sacramental se aprecia un hilo temático y argumental que es retomado en las pastorales, representaciones escénicas que se emplearon en la Nueva España, en el contexto de la evangelización, y que se siguen representando aún en nuestros días, con un estilo peculiar cada vez más dotado de humor e ironía, que abreva en la cultura popular y rural mexicana (no exenta de estereotipos, las más de las veces). Incluso, el recurso de la pastorela se utiliza para hacer parodias con un sentido crítico relacionado con la coyuntura política.

Por hoy, hasta aquí las notas sobre la celebración del Día de Reyes, porque este tejido ya se está haciendo nudos. Además todavía no escribo mi cartita. ¿Ustedes ya lo hicieron?

(La pintura del círculo es «La adoración de los Reyes Magos», de Rubens. En tanto que la imagen del manuscrito, presenta un fragmento del Auto de los Reyes Magos, del siglo XII. Y la fotografía de los Reyes en la Alameda de la Ciudad de México es anónima.)

Dos poemas para celebrar el Día de Reyes

En verdad, las palabras sueñan. 
Gaston Bachelard

Para leer en estos días con las niñas y los niños de todas las edades, dos poemas. Se trata de “Noche de Reyes”, de Sagrario Pinto (Talavera de la Reina, 1957–), incluido en La casa de los días (Anaya, 2001). En este poema brillan imágenes que evocan emociones y sensaciones nacidas de una expectativa que nos recorre el cuerpo, que nos cobija con una noche eterna que sabe a roscón (rosca de reyes). El segundo poema es “El camello (Auto de los reyes magos)”, de Gloria Fuertes (Madrid, 1917–1998), incluido en Gloria Fuertes. Antología (Susaeta, 2001). Un poema narrativo, cuyos versos se dedican a hacernos cosquillas mientras los leemos. Con imágenes irreverentes e ingeniosas que ponen en aprietos a los tres reyes, a causa de las peripecias sufridas por el camello… hasta cierto punto.

Noche de reyes

Para Lucca Tranquillini, 
quien un día habló con el rey Baltasar.
Hay un sueño de zapatos

que esperan en los balcones,

diminutos, puntiagudos,

zapatos multicolores,

temblorosos y brillantes

en el azul de la noche.

Noche oscura,

noche larga,

noche con capas de seda

y con escaleras altas.

 

En el reloj de la torre

se van durmiendo las horas.

Desde el balcón, los zapatos

ven cómo bailan las sombras.

Las voces revolotean,

comienza a nacer el alba.

en los ojos de los niños

hay chispitas de bengala.

 

Las copas están vacías,

falta un trozo de roscón,

en la alfombra quedan huellas

del camello de Melchor…

 

Por las ventanas abiertas

entran los copos de nieve.

Decid, decidme, zapatos,

¿qué me han traído los Reyes?

Sagrario Pinto

(Ilustraciones de Teresa Novoa)

El camello

(Auto de los reyes magos)

El camello se pinchó

con un cardo en el camino

y el mecánico Melchor

le dio vino.

 

Baltasar fue a… Repostar

más allá del quinto pino…

e intranquilo el gran Melchor

consultaba su «Longinos».

 

—¡No llegamos,

no llegamos,

y el santo parto ha venido!

 

(Son las doce y tres minutos

y tres reyes se han perdido).

reyes-magos-de-jesus-gaban-2017-01-04-21-32-16

El camello cojeando

más medio muerto que vivo

va espeluchando su felpa

entre los troncos de olivos.

 

Acercándose a Gaspar,

Melchor le dijo al oído:

—Vaya birria de camello

que en Oriente te han vendido.

 

A la entrada de Belén

al camello le dio hipo.

¡Ay qué tristeza tan grande

en su belfo y en su tipo!

 

Se iba cayendo la mirra

a lo largo del camino,

Baltasar lleva los cofres,

Melchor empujaba al bicho.

 

Y a las tantas ya del alba

–ya cantaban pajarillos–

los tres reyes se quedaron

boquiabiertos e indecisos,reyes-marchandose-jesus-gaban-2017-01-04-21-32-54

oyendo hablar como a un Hombre

a un Niño recién nacido.

 

—No quiero oro ni incienso

ni esos tesoros tan fríos,

quiero al camello, le quiero.

Le quiero –repitió el Niño.

 

A pie vuelven los tres reyes

cabizbajos y afligidos.

Mientras el camello echado

le hace cosquillas al Niño.

Gloria Fuertes

(Ilustraciones de Jesús Gabán)

(La ilustración de la portada es de Carmen Queralt, para el libro Fermín y los reyes magos de Antonio Vicente.)

Un pedazo de luna en el bolsillo

 En un breve poema debe darse una visión del universo y el secreto de un alma, un ser y unos objetos, todo al mismo tiempo.

Gastón Bachelard, La intuición del instante

Desde tiempos remotos, la luna ha sido motivo de celebración, ensoñación, rito y mito. Hay representaciones que así lo demuestran, una de ellas son los relatos míticos y las leyendas que narran, por ejemplo, el origen de las figuras que produce la orografía lunar vista desde la Tierra, la cual nos lleva a ver la silueta de un conejo, de un tejón, de un lobo… En cuanto a la poesía y los poetas, la luna es y ha sido uno de los motivos más acariciados por la palabra que se versa y se rima, que se mece en una metáfora, que se arrulla en una cuna perlada. Uno de los poemas que pertenece a este acervo es “La luna”, de Jaime Sabines (1926-1999), uno de los poetas mexicanos más queridos y más leídos en México.

“La luna” está incluido en Otros poemas sueltos (1973-1993), además de formar parte de numerosas antologías de poesía mexicana, tanto generales como para niños, entre las cuales destaca Circo poético. Antología mexicana del siglo XX (2003). Asimismo, en 2002, se hizo una coedición de CIDCLI-CNACULTA del poema acompañado de las ilustraciones de Luis Manuel Serrano y el diseño de Diego Echeagaray.

Este es el poema completo y, enseguida, se comentan algunos de sus recursos estilísticos.

La luna

La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia

a los que se han intoxicado de filosofía.                                          5

Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas.                                        10

Se puede dar de postre a los niños

cuando no se han dormido,

y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos

ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna                                                        15

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna

para cuando te ahogues,

y dale la llave de la luna                                                                   20

a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante que la luna

en dosis precisas y controladas.

En su unidad, “La luna” es, en primer lugar, un poema que se configura como una metáfora extendida o como una sucesión de metáforas que sirven para describirla como una sustancia curativa, un objeto mágico, un bálsamo portentoso, un ente orgánico… En suma: un prodigio.

Los primeros cinco versos establecen una comparación metafórica de la luna con un medicamento de uso regulado, por lo que según su presentación, líquida o granulada:

La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

La imagen de la luna como una sustancia con cualidades extraordinarias, se manifiesta en que tiene diversos usos, para diversas necesidades, que van de las psicológicas, a las emocionales y existenciales:

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia

a los que se han intoxicado de filosofía.

Los versos seis al diez establecen la metáfora de la luna como objeto mágico, cuyo poder es capaz de conjurar la mala suerte y las enfermedades, atraer el amor y la fortuna por tantos buscado. Además del uso de una sinécdoque, para señalar que:

Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas.

En tanto que los versos 11 al 14 proponen la metáfora de la luna como bálsamo que , en su presentación de postre introduce a los niños en un dulce sueño, en tanto que, como gotas, ayuda a llamar una muerte tranquila. Cabe notar aquí que las imágenes creadas como antítesis, oponen la infancia y la senectud, el principio y el fin de la vida. En ambos casos, la luna balsámica ayuda a conciliar el sueño, de reparación para poder recomenzar un nuevo día, en el primer caso, y el sueño eterno, para transitar a la que suele nombrarse como la otra vida, en el segundo.

Se puede dar de postre a los niños

cuando no se han dormido,

y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos

ayudan a bien morir.

En esta primera tirada de 14 versos la voz poética habla desde la tercera persona, en un tono explicativo, persuasivo, que nos dice cómo funciona la luna como medicamento, amuleto y bálsamo. Parece que argumenta sobre las cualidades de la luna para convencernos de su poder y la conveniencia de que la hagamos nuestra, de que la consumamos, la portemos o la administremos a otros. En cambio, en la segunda tirada de 11 versos, la voz poética nos habla en segunda persona, nos apela directamente para guiarnos de manera precisa sobre lo que tenemos que hacer con esa luna para entonces ya nos ha cautivado.

En estos versos, quienes requieren de los poderes y cualidades de la luna somos cada uno de los lectores. Quién podría negarse a probar la cualidad de la luna-árbol, en su configuración metafórica más orgánica dentro del poema:

Pon una hoja tierna de la luna                                                           

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

La imagen de la luna como un oxígeno que nos puede revivir o evitar nuestra muerte causada por los aires contaminados de angustia, de impotencia o de pena, es una prescripción que merece ser obedecida sin más:

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna

para cuando te ahogues,

Finalmente, los siguientes versos construyen la metáfora de la luna como una puerta que se abre a mundos infinitos, como el que puede ofrecer la libertad o la muerte misma. Y también nos señalan que podemos tener la llave para abrirlas, la llave de esa luna que nos mira, nos promete, nos invita y nos anima. Ah, pero para eso, no debemos perder de vista que todo tiene su medida, y la luna no se puede comer de un bocado, sin como lo indica esta receta lunar.

y dale la llave de la luna                                                                    

a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante que la luna

en dosis precisas y controladas.

Por último, es interesante saber que Jaime Sabines en ningún momento dijo que este poema estuviera escrito para niños; sin embargo, algo que conviene observar cuando hablamos de literatura infantil, es la cualidad literaria del texto, en este caso, del poema, y así garantizaremos estar frente a un texto que vale la pena leer con los niños, sin importar si este texto fue escrito deliberadamente para ellos. Este es el caso de “La luna”, de Jaime Sabines, pues tiene la cualidad poética de evocar imágenes, sensaciones, emociones sin fin, al alcance de todo lector. Ello se debe también a que la poesía de Sabines es cercana a la sensibilidad y a la experiencia emotiva de niños y adultos, pues como señaló Octavio Paz, en la antología Poesía en movimiento: México, 1915-1966, respecto de la obra de Sabines en su conjunto: “Su humor es una lluvia de bofetadas, su risa termina en un aullido, su cólera es amorosa y su ternura, colérica. Pasa del jardín de la infancia a la sala de cirugía. Para Sabines todos los días son el primer y el último día del mundo”.

 

Fuentes consultadas

Circo poético. Antología de poesía mexicana del siglo XX. Rodolfo Fonseca, David Huerta y Gerardo Rod (antologadores). Serie “Poesía e Infancia”. México: Ediciones SM, 2003.

La luna. Jaime Sabines. Ilustraciones: Luis Manuel Serrano. Diseño Gráfico: Diego Echegaray. México: CIDCLI/CONACULTA, 2002.

La poética de la ensoñación. Gaston Bachelard; trad. Ida de Vitale. Col. Breviarios, 330. México: FCE, 1982.

Poesía en movimiento: México, 1915-1966. Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco, et al. México: Siglo XXI, 1966.

Para comenzar

Para dar la bienvenida al año 2017, doy inicio a este nuevo espacio como una travesía en busca de la aventura y emoción que conlleva el compartir algunas de las experiencias, propuestas y reflexiones que me permite construir mi trabajo en torno de los libros, la lectura, la escritura, la LIJ y, por supuesto, los encuentros con lectores y lectoras de todas las edades y diversos contextos. La poesía y la infancia será uno de los terrenos más visitados en este viaje. Habrá estaciones dedicadas a tejer propuestas de mediación para leer, conversar y escribir; reseñas de libros que crucen estas rutas y, finalmente, algunas reflexiones y divagaciones suscitadas por el canto de las sirenas, así como por la búsqueda y los hallazgos que la fortuna haga posibles.

Palabras para darte vuelo nació con el antecedente de mi labor en espacios como la emblemática y otrora espléndida Biblioteca Infantil Parque España; y un poco más tarde, en la Dirección General de Bibliotecas, de la hoy, Secretaría de Cultura, al frente del Departamento de Fomento a la Lectura con Niños, en las décadas de los años 80 y 90 del lejano siglo XX. Ya en el siglo que transitamos, mi labor ha sido independiente, aunque en colaboración con distintas instancias educativas, culturales y comunitarias. En todo momento, los libros, la lectura, la escritura y las palabras aladas han sido motivo para buscar la construcción de subjetividad, otredad, pensamiento crítico, comunidad y mundo.

¡Bienvenidxs a este espacio!

¡Que las palabras y los sueños nos acompañen!