Recibimos, agradecemos y compartimos aquí, con gran afecto, esta generosa reseña escrita por la doctora Susana Báez Ayala acerca del libro Mi abuela es un canto. Su lectura es profunda, comprometida, enriquecedora y sororidaria.

Dra. Susana Báez Ayala

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. 

A Rosa María Alemán, por ser abuelas en horizontalidad. 

I. Con una biblioteca eres libre (Doris Lessing)

¿Cómo festejar un aniversario de palabras este 21 de octubre del 2020? Cuando me invitaron a ser parte de estos festejos, pensé: parece que la respuesta es generando otras más. Me refiero, a cómo sumarnos a la conmemoración del III Aniversario de BS Canteras Biblioteca Infantil de la red de bibliotecas que ha impulsado la Fundación Alfredo Harp Helú en Oaxaca, México. Este proyecto se asentó en instalaciones del Archivo General del Estado de Oaxaca en la antigua Ciudad de las Canteras. 

Cómo delinear aquí la maravilla de que existan espacios de cobijo para las y los lectores infantojuveniles en un estado lacerado por la pobreza, la discriminación hacia los pueblos originarios y diezmado en su riqueza natural y cultural. Pues, aunque parezca simple: con otras palabras, de reconocimiento a este esfuerzo de la Fundación, así como de quienes coordinan este recinto tan hermoso (en lo cultural, humano, así como en lo arquitectónico). Los empresarios y empresarias de todo el país podrían emular a esta fundación, favorecer el fortalecimiento cultural de sus comunidades. Contratar personal no solo con alta calificación profesional sino capaz de generar acciones culturales de muy alta calidad para sus usuarias y usuarios, incluso en tiempos de crisis como es el que vivimos por la pandemia ocasionada por el COVID-19. 

            No puedo dejar de agradecer a Nancy Mariano Rojas, el haber sido invitada a ser parte de las voces que testimonian el trabajo tan valioso que se realiza en este recinto creado para difundir los aportes de la literatura infantil y juvenil. A la vez me congratulo de presentar en este contexto el libro de una extraordinaria cuentacuentos mexicana: María Esther Feria. Aquí mi reconocimiento a BS Cantera Biblioteca y  a mi gran colega, la autora de MI abuelas es un canto. 

 “Cuando sea niña quiero ser como mi abuela” dice la voz narrativa-poética de Mi abuela es un canto de María Esther Feria;[1] esta imagen en donde la autora nos coloca en los extremos de la vida: la infancia y la edad adulta mayor, me llevan a pensar en estos tiempos de pandemia, en los cuales las infancias se han visto afectadas -en apariencia, no por la enfermedad del COVID-1, pero si- por los daños colaterales que la pandemia les ha provocado. Si bien, una buena parte de la población se halla trabajando desde casa, lo cual ha favorecido que las madres y padres estén en casa 24 x 7 y con ello se presupone que los más pequeños se ven favorecidos  por el retorno de la familia a los hogares , como dice mi nieta de cuatro años: “Estoy feliz porque el COVID-19 trajo a mi familia a casa”; no obstante, la familia, al menos en México, no responde al modelo occidental nuclear: madre, padre e hijos; en nuestras culturas latinas, continua vigente el paradigma de las familias extensas, que incluso cohabitan en un mismo hogar. 

            Las abuelas (y también los abuelos) configuran esos universos para senti-pensarnos[2] que abrazan nuestras infancias y que en contextos de la vida cotidiana y de crisis nos protegen de lo impredecible, de lo emergente y hasta de lo que es en apariencia inevitable. Estoy segura que cada quien evoca en este instante uno de esos momentos entrañables con sus abuelas, que marcaron sus vidas: yo rememoro a mi abuela materna ofreciéndonos un café de olla y pan dulce, en las tardes lluviosas de la CDMX. 

La abuela además de ser una de las figuras clave en la crianza de las nietas y nietos, constituye el nodo a partir del cual las infancias se desplazan en el tiempo hacia épocas remotas. Las abuelas son fuentes de las que manan historias lejanas, anécdotas, relatos, cantos, arrullos; voces que nutren el imaginario sociocultural de los y las más pequeñas/os, y que como lo ha enunciado María Esther Feria favorecen el sentir y pensarnos, ahora más que nunca en tiempos de pandemia. 

II. Cantos para senti-pensar las voces de nuestras ancestras

            Mi abuela es un canto, desde el formato minimalista -que impulsa la editorial trenubes- en el instante que tus manos lo cobijan, no solo nos predispone para la lectura convencional: en silencio e individual; este microcuento apela a la tradición oral tan relevante en las comunidades de nuestro país (por supuesto que de otros también). Favorece el evocar las voces de nuestras ancestras (madres, abuelas, bisabuelas, cuidadoras, mujeres responsables de nuestra crianza literaria), que nos acompañan a través de arrullos y nanas infantiles, o mediante los juegos tradicionales mexicanos o bien, mediante relatos, que pasan de generación en generación. Siendo este saber poético uno de los que distingue los saberes ancestralmente depositados en las mujeres (no desconozco que sucede lo mismo con algunos varones). 

            Leemos en el libro: “Mi abuela canta / y me enseña / a jugar / a la víbora, víbora de la mar…”, esta mínima entrada al mundo de las rondas infantiles evoca toda una práctica de encuentros comunitarios de las infancias, que en México las violencias sociales pretenden socavar, y sin embargo las mujeres insistimos en mantener como un derecho a la vida lúdica de los más pequeños. en los espacios públicos de nuestras comunidades. Si el mundo concreto pausa el ejercicio del derecho al juego y al esparcimiento para las niñas y niños, la narrativa poética de María Esther Feria subvierte las distancias; desde el discurso ficcional, asimos las manos (rugosas) de nuestras abuelas y damos vueltas al ritmo de: “Mi abuela canta / y juega conmigo: Estaba la pájara pinta / sentadita en el verde limón… “, si quien lee estas palabras, estuviese en una reunión presencial, invitaría a concluir los versos, a tomarnos de las manos para romper las distancias que nos impone un modelo de sociedad individualista que devalora los aportes de la tercera edad, en especial de las mujeres. 

            Mi abuela es un canto es un claro ejemplo de literatura infantil senti-pensada desde los feminismos descoloniales comunitarios. Subyace en sus breves páginas la reivindicación a las tradiciones orales, a los saberes populares, a la palabra viva, cambiante sociohistóricamente, pero sorora desde una ética feminista, que revalora los conocimientos y praxis femeninos. Lorena Cabnal, feminista descolonial guatemalteca, expresa:

Me pregunto a veces, a manera de monólogo, (les) pregunto a abuelas y abuelos, les escucho, hablo con las mujeres en la comunidad, hablo con mujeres de otros pueblos originarios, y vivo en constante recuerdo de los pensamientos de cómo me relacioné con mis abuelas maya y xinka ahora ancestras, pero también de cómo me relaciono y se relacionan las mujeres en el mundo, como (dialogan) mi madre, tías, comadronas, ancianas, niñas y jóvenes.[3]

Mi abuela es un canto va más allá de solo la entrañable relación de un infante con su ancestra, enuncia la riqueza cultural de los pueblos originarios de muestra Pachamama: apremia a escuchar estas voces plurales que el colonialismo silencia: “Mi abuela canta / de su tierra los sones/ y baila /y sueña / y sonríe / y regala algarabía”. A la vez, delinea los saberes culinarios femeninos “Mi abuela prepara dulce de calabaza con tanta alegría que al comerlo siento en la panza tibias cosquillas”. 

            María Esther Feria nos propone la construcción de un micromundo poético a través de imágenes y metáforas que configuran aristas de la pedagogía de la ternura (Cussianovich)  que las abuelas suelen ejercer en sus modelos de crianza. Recuerdo mucho una anécdota que suele contar mi madre: siendo niña se subió a un huizache, estando en lo más alto perdió el equilibrio y se cayó. Su madre, mi abuela, no solo la reprendió por hacer esa travesura, sino quería darle una tunda. Mi madre corrió con su abuela, Mi mama Juana, y ella le dijo: siéntate y comete esta gorda (tortilla recién hecha a mano en el fogón de leña) para que se te pase el susto, déjame que te cure”. Allí están esas mujeres-espíritu, esas mujeres-curanderas, para cobijar a las infancias cuando la vida se detiene por mínimas o contundentes circunstancias. 

            El personaje de Mi abuela es un canto se distingue por ser un espíritu libre, creativo, que no renuncia a la vida lúdica, que redimensiona el aquí y ahora, que rompe la linealidad del tiempo para trasladarse a su propia infancia y desde ahí interpelar a los lectores que nos aferramos a explicaciones adultocéntricas de lo cotidiano: “Mi abuela tan niña / mi abuela tan brisa, mi abuela tan risa”. 

            Las abuelas parece que deciden irse transformando de cuerpos tangibles en palabras-memoria colectiva. Ellas preservan las historias, los cuentos, las leyendas, las consejas, las anécdotas familiares y comunitarias, pero además desarrollan el don de saberlas contar mientras abrazan con la mirada o nos invitan a sentirnos en comunión con sus saberes: “Mi abuela cuenta cuentos que a ella le contaron…”. Y aquí la autora nos ofrece un texto con estructura abierta, porque un cuenta cuentos puede insertar cualquier relato que sus abuelas le hayan compartido. (A quienes leen estas notas, las/os invito a escribir en el chat un relato que les haya compartido su abuela). En el texto de María Esther Feria leemos: “Mi abuela (…) por la mañana / cuenta un cuento / del chaneque enamorado / por la noche cuenta / un cuento del coyote burlado”, los cuales espero que la autora devele en esta presentación o en otros libros. 

            Siguiendo con la lectura de Mi abuela es un canto desde una perspectiva descolonial, este relato poético en sus breves palabras, nos acerca a la Pachamama, al aludir al vínculo entre el personaje de la abuela y la naturaleza; la abuela huele a siemprevivas, el tono de su voz se asemeja a “los ecos de las calandrias llamando a los vientos”, nos acerca a los dientes de león, persigue mariquitas, busca en los cielos “nubes-conejo / nubes-navío / nubes-dragón”. Sin caer en discursos demagógicos ecologistas, nos sentimos interpeladas/os sus lectores/as  a recuperar nuestras infancias en cercanía con la tierra, la flora y la fauna de nuestras regiones. 

            Mi abuela es un canto nos abraza desde las palabras, nos acuna en las historias de la abuela personaje, rizoma de todas las abuelas que nos cobijan desde la amorosidad que despliegan las adultas mayores sobre todas las infancias que hoy en día en las pandemias por el COVID-19, por las violencias de género, sociales, económicas, políticas, requiere de un acompañamiento políticamente responsable desde la pedagogía de la ternura y el reclamo del derecho a un mundo libre de violencias para niñas, niños, adolescentes y mujeres en nuestro país y en nuestro mundo. 

No cierro sin destacar las imágenes de Cecilia Martínez; las ilustraciones en carboncillo, de la misma forma que las palabras de María Esther Feria nos retorna al origen del lenguaje: oral, escrito o pictográfico. Apuntalan la propuesta de recuperar una técnica ancestral que favorece bosquejar el vínculo entre el discurso textual y el visual en Mi abuela es un canto. Los personajes: abuela-nieta quedan esbozados en esa inasibilidad de la ternura (Cussiánovich); pero en la concreción de la cercanía, a partir de los trazos de la ilustradora, quien no complementa la historia que nos ofrece la autora del texto; Cecilia Martínez crea un discurso propio que nos permite asir el diente de león al que se refiere la voz narrativa, crea la imagen de las manos de las abuelas (me recuerda aquí el libro de Nelly Campobello, Las manos de mamá) preparando alimentos que nutren más el alma que al cuerpo: los dulces tradicionales mexicanos. Al elegir delinear los cuerpos y no los rostros de ambos personajes femeninos, deja un texto visual abierto, para que cada lector dibuje el rostro de sus abuelas, de sus ancestras, de las mujeres adultas mayores que contribuyen a su crianza emocional, poética, literaria. Casi al final, los trazos de Cecilia Martínez nos abrazan como la abuela lo hace con la nieta del texto. Así que Mi abuela es un canto editado por tresnubes nos propone una triple lectura: del texto, de las imágenes y de las historias que se tejen entre las abuelas y sus nietas. Enhorabuena. 


[1] Mi abuela es un canto, il. Cecilia Martínez, tresnubes, México, 2019.  

[2] Utilizo esta frase para referirme al proyecto que María Esther Feria ha impulsado en estos tiempos pandémicos, al que ha titulado: senti-pensarnos. 

[3] https://porunavidavivible.files.wordpress.com/2012/09/feminismos-comunitario-lorena-cabnal.pdf

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