Emoción, lo primero, frente a la sorpresa que aguardaba dentro de una cajita guardiana. ¿Qué guardaba? Dos panteras y un zarpazo de poesía. Antes de reconocer su contenido,  grrrruñó el hallazgo, ¿o maulló? Pero no lo hizo de buenas a primeras. No. Tocar la cajita, abrir su tapa, mirar el envoltorio. La emoción devino imagen. Una imagen del cuidado amoroso con el que, puedo adivinar y decir, que esa cajita fue abrazada antes de ser enviada, con atento y también cuidadoso mensajero, para llegar al destino de mis manos, de mi mirada y de mi propia cajita-biblioteca, la que a su vez me resguarda y resguarda algo que valoro: palabras para compartir, palabras para nombrar el mundo, mi mundo, el mundo de afuera y el mundo que se crea en mis encuentros con la otredad.  

Para honrar ese cuidado, me sentí convocada a desprender lentamente las cintas adhesivas que sujetaban el papel estampado que abrazaba, reitero, las dos panteras y el zarpazo de poesía. Llevó un tiempo considerable, si lo comparamos con esas formas de abrir paquetes con el ansia de conocer su contenido, como solemos hacer algunas personas cuando abrimos un regalo, sin importar preservar la integridad de la envoltura. Lo logré. 

PANTHERA tigris, de Sylvain Alzial, fue la primera pantera-tigre que saltó, un libro ilustrado por Hélène Rajcak, con el estilo del dibujo naturalista, que da cuenta de las observaciones y estudios de zoólogos de los que ya no se ven hoy en día. Al menos yo no he visto muchos así, provistos de mirada aguda, libretas, lápices y objetos de medición que no usan electricidad ni tecnología ultra moderna.  En este libro se contradice, con humor, el poder del conocimiento ilustrado con el poderoso conocimiento de la experiencia empírica, tradicional y de sentido común. 

La segunda en saltar fue Pantera, de Andrés López, un felino cuyas manchas están ocultas por la noche que le viste de cuerpo entero. Esta pantera nos muestra que la soledad, unas veces, es una oportunidad para estar con nosotras mismas y probarnos en el arte de responder a las complejidades de la vida; otras, cómo puede ser una decisión o una necesidad; y otras más, cómo nos gustaría guardarla (en una cajita) para poder encontrarnos con alguien más, y compartir ronroneos y todo cuanto que se quiera. 

El zarpazo de poesía es un libro que deseaba que llegara conmigo, es un libro que me estremece desde que escuche fragmentos en voz de su autora, José María Ferrada. Se trata de una nueva edición de Noticias al margen, ilustrada por Andrés López, sí, el mismo de Pantera. La lectura de los poemas de este libro es un auténtico zarpazo justo en el centro del corazón, pero no hay de qué preocuparse, no hace daño, aunque duele y mucho, porque nos interpela la realidad, mediada por la metáfora, que se halla en los versos, una realidad donde resuenan la opresión, la crueldad, la estulticia y más. Convoca a desgarrar, aunque sea como un inicio, la indiferencia.

Por cierto, busquen su cajita en la librería Navegantes (https://www.facebook.com/naveganteslibreria/), que se encuentra en la Ciudad de México (hacen envíos, como el que me llegó en bici). Les va a gustar, pues está ilustrada con personajes de libros emblemáticos, considerados parte de la literatura infantil clásica. Incluye regalitos sorpresa. Sé que habrá otras propuestas de contenido para otras cajitas. Es muy probable que contendrá otras panteras, otros zarpazos, aunque quizá llevarán otros nombres. Un detalle, los tres títulos aludidos son de la editorial Alboroto.  

2 comentarios en “Sobre una cajita literaria que llegó en bicicleta timoneada por un navegante

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