Cantos para senti-pensar las voces de nuestras ancestras, por Susana Báez Ayala

Cantos para senti-pensar las voces de nuestras ancestras, por Susana Báez Ayala

Recibimos, agradecemos y compartimos aquí, con gran afecto, esta generosa reseña escrita por la doctora Susana Báez Ayala acerca del libro Mi abuela es un canto. Su lectura es profunda, comprometida, enriquecedora y sororidaria.

Dra. Susana Báez Ayala

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. 

A Rosa María Alemán, por ser abuelas en horizontalidad. 

I. Con una biblioteca eres libre (Doris Lessing)

¿Cómo festejar un aniversario de palabras este 21 de octubre del 2020? Cuando me invitaron a ser parte de estos festejos, pensé: parece que la respuesta es generando otras más. Me refiero, a cómo sumarnos a la conmemoración del III Aniversario de BS Canteras Biblioteca Infantil de la red de bibliotecas que ha impulsado la Fundación Alfredo Harp Helú en Oaxaca, México. Este proyecto se asentó en instalaciones del Archivo General del Estado de Oaxaca en la antigua Ciudad de las Canteras. 

Cómo delinear aquí la maravilla de que existan espacios de cobijo para las y los lectores infantojuveniles en un estado lacerado por la pobreza, la discriminación hacia los pueblos originarios y diezmado en su riqueza natural y cultural. Pues, aunque parezca simple: con otras palabras, de reconocimiento a este esfuerzo de la Fundación, así como de quienes coordinan este recinto tan hermoso (en lo cultural, humano, así como en lo arquitectónico). Los empresarios y empresarias de todo el país podrían emular a esta fundación, favorecer el fortalecimiento cultural de sus comunidades. Contratar personal no solo con alta calificación profesional sino capaz de generar acciones culturales de muy alta calidad para sus usuarias y usuarios, incluso en tiempos de crisis como es el que vivimos por la pandemia ocasionada por el COVID-19. 

            No puedo dejar de agradecer a Nancy Mariano Rojas, el haber sido invitada a ser parte de las voces que testimonian el trabajo tan valioso que se realiza en este recinto creado para difundir los aportes de la literatura infantil y juvenil. A la vez me congratulo de presentar en este contexto el libro de una extraordinaria cuentacuentos mexicana: María Esther Feria. Aquí mi reconocimiento a BS Cantera Biblioteca y  a mi gran colega, la autora de MI abuelas es un canto. 

 “Cuando sea niña quiero ser como mi abuela” dice la voz narrativa-poética de Mi abuela es un canto de María Esther Feria;[1] esta imagen en donde la autora nos coloca en los extremos de la vida: la infancia y la edad adulta mayor, me llevan a pensar en estos tiempos de pandemia, en los cuales las infancias se han visto afectadas -en apariencia, no por la enfermedad del COVID-1, pero si- por los daños colaterales que la pandemia les ha provocado. Si bien, una buena parte de la población se halla trabajando desde casa, lo cual ha favorecido que las madres y padres estén en casa 24 x 7 y con ello se presupone que los más pequeños se ven favorecidos  por el retorno de la familia a los hogares , como dice mi nieta de cuatro años: “Estoy feliz porque el COVID-19 trajo a mi familia a casa”; no obstante, la familia, al menos en México, no responde al modelo occidental nuclear: madre, padre e hijos; en nuestras culturas latinas, continua vigente el paradigma de las familias extensas, que incluso cohabitan en un mismo hogar. 

            Las abuelas (y también los abuelos) configuran esos universos para senti-pensarnos[2] que abrazan nuestras infancias y que en contextos de la vida cotidiana y de crisis nos protegen de lo impredecible, de lo emergente y hasta de lo que es en apariencia inevitable. Estoy segura que cada quien evoca en este instante uno de esos momentos entrañables con sus abuelas, que marcaron sus vidas: yo rememoro a mi abuela materna ofreciéndonos un café de olla y pan dulce, en las tardes lluviosas de la CDMX. 

La abuela además de ser una de las figuras clave en la crianza de las nietas y nietos, constituye el nodo a partir del cual las infancias se desplazan en el tiempo hacia épocas remotas. Las abuelas son fuentes de las que manan historias lejanas, anécdotas, relatos, cantos, arrullos; voces que nutren el imaginario sociocultural de los y las más pequeñas/os, y que como lo ha enunciado María Esther Feria favorecen el sentir y pensarnos, ahora más que nunca en tiempos de pandemia. 

II. Cantos para senti-pensar las voces de nuestras ancestras

            Mi abuela es un canto, desde el formato minimalista -que impulsa la editorial trenubes- en el instante que tus manos lo cobijan, no solo nos predispone para la lectura convencional: en silencio e individual; este microcuento apela a la tradición oral tan relevante en las comunidades de nuestro país (por supuesto que de otros también). Favorece el evocar las voces de nuestras ancestras (madres, abuelas, bisabuelas, cuidadoras, mujeres responsables de nuestra crianza literaria), que nos acompañan a través de arrullos y nanas infantiles, o mediante los juegos tradicionales mexicanos o bien, mediante relatos, que pasan de generación en generación. Siendo este saber poético uno de los que distingue los saberes ancestralmente depositados en las mujeres (no desconozco que sucede lo mismo con algunos varones). 

            Leemos en el libro: “Mi abuela canta / y me enseña / a jugar / a la víbora, víbora de la mar…”, esta mínima entrada al mundo de las rondas infantiles evoca toda una práctica de encuentros comunitarios de las infancias, que en México las violencias sociales pretenden socavar, y sin embargo las mujeres insistimos en mantener como un derecho a la vida lúdica de los más pequeños. en los espacios públicos de nuestras comunidades. Si el mundo concreto pausa el ejercicio del derecho al juego y al esparcimiento para las niñas y niños, la narrativa poética de María Esther Feria subvierte las distancias; desde el discurso ficcional, asimos las manos (rugosas) de nuestras abuelas y damos vueltas al ritmo de: “Mi abuela canta / y juega conmigo: Estaba la pájara pinta / sentadita en el verde limón… “, si quien lee estas palabras, estuviese en una reunión presencial, invitaría a concluir los versos, a tomarnos de las manos para romper las distancias que nos impone un modelo de sociedad individualista que devalora los aportes de la tercera edad, en especial de las mujeres. 

            Mi abuela es un canto es un claro ejemplo de literatura infantil senti-pensada desde los feminismos descoloniales comunitarios. Subyace en sus breves páginas la reivindicación a las tradiciones orales, a los saberes populares, a la palabra viva, cambiante sociohistóricamente, pero sorora desde una ética feminista, que revalora los conocimientos y praxis femeninos. Lorena Cabnal, feminista descolonial guatemalteca, expresa:

Me pregunto a veces, a manera de monólogo, (les) pregunto a abuelas y abuelos, les escucho, hablo con las mujeres en la comunidad, hablo con mujeres de otros pueblos originarios, y vivo en constante recuerdo de los pensamientos de cómo me relacioné con mis abuelas maya y xinka ahora ancestras, pero también de cómo me relaciono y se relacionan las mujeres en el mundo, como (dialogan) mi madre, tías, comadronas, ancianas, niñas y jóvenes.[3]

Mi abuela es un canto va más allá de solo la entrañable relación de un infante con su ancestra, enuncia la riqueza cultural de los pueblos originarios de muestra Pachamama: apremia a escuchar estas voces plurales que el colonialismo silencia: “Mi abuela canta / de su tierra los sones/ y baila /y sueña / y sonríe / y regala algarabía”. A la vez, delinea los saberes culinarios femeninos “Mi abuela prepara dulce de calabaza con tanta alegría que al comerlo siento en la panza tibias cosquillas”. 

            María Esther Feria nos propone la construcción de un micromundo poético a través de imágenes y metáforas que configuran aristas de la pedagogía de la ternura (Cussianovich)  que las abuelas suelen ejercer en sus modelos de crianza. Recuerdo mucho una anécdota que suele contar mi madre: siendo niña se subió a un huizache, estando en lo más alto perdió el equilibrio y se cayó. Su madre, mi abuela, no solo la reprendió por hacer esa travesura, sino quería darle una tunda. Mi madre corrió con su abuela, Mi mama Juana, y ella le dijo: siéntate y comete esta gorda (tortilla recién hecha a mano en el fogón de leña) para que se te pase el susto, déjame que te cure”. Allí están esas mujeres-espíritu, esas mujeres-curanderas, para cobijar a las infancias cuando la vida se detiene por mínimas o contundentes circunstancias. 

            El personaje de Mi abuela es un canto se distingue por ser un espíritu libre, creativo, que no renuncia a la vida lúdica, que redimensiona el aquí y ahora, que rompe la linealidad del tiempo para trasladarse a su propia infancia y desde ahí interpelar a los lectores que nos aferramos a explicaciones adultocéntricas de lo cotidiano: “Mi abuela tan niña / mi abuela tan brisa, mi abuela tan risa”. 

            Las abuelas parece que deciden irse transformando de cuerpos tangibles en palabras-memoria colectiva. Ellas preservan las historias, los cuentos, las leyendas, las consejas, las anécdotas familiares y comunitarias, pero además desarrollan el don de saberlas contar mientras abrazan con la mirada o nos invitan a sentirnos en comunión con sus saberes: “Mi abuela cuenta cuentos que a ella le contaron…”. Y aquí la autora nos ofrece un texto con estructura abierta, porque un cuenta cuentos puede insertar cualquier relato que sus abuelas le hayan compartido. (A quienes leen estas notas, las/os invito a escribir en el chat un relato que les haya compartido su abuela). En el texto de María Esther Feria leemos: “Mi abuela (…) por la mañana / cuenta un cuento / del chaneque enamorado / por la noche cuenta / un cuento del coyote burlado”, los cuales espero que la autora devele en esta presentación o en otros libros. 

            Siguiendo con la lectura de Mi abuela es un canto desde una perspectiva descolonial, este relato poético en sus breves palabras, nos acerca a la Pachamama, al aludir al vínculo entre el personaje de la abuela y la naturaleza; la abuela huele a siemprevivas, el tono de su voz se asemeja a “los ecos de las calandrias llamando a los vientos”, nos acerca a los dientes de león, persigue mariquitas, busca en los cielos “nubes-conejo / nubes-navío / nubes-dragón”. Sin caer en discursos demagógicos ecologistas, nos sentimos interpeladas/os sus lectores/as  a recuperar nuestras infancias en cercanía con la tierra, la flora y la fauna de nuestras regiones. 

            Mi abuela es un canto nos abraza desde las palabras, nos acuna en las historias de la abuela personaje, rizoma de todas las abuelas que nos cobijan desde la amorosidad que despliegan las adultas mayores sobre todas las infancias que hoy en día en las pandemias por el COVID-19, por las violencias de género, sociales, económicas, políticas, requiere de un acompañamiento políticamente responsable desde la pedagogía de la ternura y el reclamo del derecho a un mundo libre de violencias para niñas, niños, adolescentes y mujeres en nuestro país y en nuestro mundo. 

No cierro sin destacar las imágenes de Cecilia Martínez; las ilustraciones en carboncillo, de la misma forma que las palabras de María Esther Feria nos retorna al origen del lenguaje: oral, escrito o pictográfico. Apuntalan la propuesta de recuperar una técnica ancestral que favorece bosquejar el vínculo entre el discurso textual y el visual en Mi abuela es un canto. Los personajes: abuela-nieta quedan esbozados en esa inasibilidad de la ternura (Cussiánovich); pero en la concreción de la cercanía, a partir de los trazos de la ilustradora, quien no complementa la historia que nos ofrece la autora del texto; Cecilia Martínez crea un discurso propio que nos permite asir el diente de león al que se refiere la voz narrativa, crea la imagen de las manos de las abuelas (me recuerda aquí el libro de Nelly Campobello, Las manos de mamá) preparando alimentos que nutren más el alma que al cuerpo: los dulces tradicionales mexicanos. Al elegir delinear los cuerpos y no los rostros de ambos personajes femeninos, deja un texto visual abierto, para que cada lector dibuje el rostro de sus abuelas, de sus ancestras, de las mujeres adultas mayores que contribuyen a su crianza emocional, poética, literaria. Casi al final, los trazos de Cecilia Martínez nos abrazan como la abuela lo hace con la nieta del texto. Así que Mi abuela es un canto editado por tresnubes nos propone una triple lectura: del texto, de las imágenes y de las historias que se tejen entre las abuelas y sus nietas. Enhorabuena. 


[1] Mi abuela es un canto, il. Cecilia Martínez, tresnubes, México, 2019.  

[2] Utilizo esta frase para referirme al proyecto que María Esther Feria ha impulsado en estos tiempos pandémicos, al que ha titulado: senti-pensarnos. 

[3] https://porunavidavivible.files.wordpress.com/2012/09/feminismos-comunitario-lorena-cabnal.pdf

Sobre una cajita literaria que llegó en bicicleta timoneada por un navegante

Sobre una cajita literaria que llegó en bicicleta timoneada por un navegante

Emoción, lo primero, frente a la sorpresa que aguardaba dentro de una cajita guardiana. ¿Qué guardaba? Dos panteras y un zarpazo de poesía. Antes de reconocer su contenido,  grrrruñó el hallazgo, ¿o maulló? Pero no lo hizo de buenas a primeras. No. Tocar la cajita, abrir su tapa, mirar el envoltorio. La emoción devino imagen. Una imagen del cuidado amoroso con el que, puedo adivinar y decir, que esa cajita fue abrazada antes de ser enviada, con atento y también cuidadoso mensajero, para llegar al destino de mis manos, de mi mirada y de mi propia cajita-biblioteca, la que a su vez me resguarda y resguarda algo que valoro: palabras para compartir, palabras para nombrar el mundo, mi mundo, el mundo de afuera y el mundo que se crea en mis encuentros con la otredad.  

Para honrar ese cuidado, me sentí convocada a desprender lentamente las cintas adhesivas que sujetaban el papel estampado que abrazaba, reitero, las dos panteras y el zarpazo de poesía. Llevó un tiempo considerable, si lo comparamos con esas formas de abrir paquetes con el ansia de conocer su contenido, como solemos hacer algunas personas cuando abrimos un regalo, sin importar preservar la integridad de la envoltura. Lo logré. 

PANTHERA tigris, de Sylvain Alzial, fue la primera pantera-tigre que saltó, un libro ilustrado por Hélène Rajcak, con el estilo del dibujo naturalista, que da cuenta de las observaciones y estudios de zoólogos de los que ya no se ven hoy en día. Al menos yo no he visto muchos así, provistos de mirada aguda, libretas, lápices y objetos de medición que no usan electricidad ni tecnología ultra moderna.  En este libro se contradice, con humor, el poder del conocimiento ilustrado con el poderoso conocimiento de la experiencia empírica, tradicional y de sentido común. 

La segunda en saltar fue Pantera, de Andrés López, un felino cuyas manchas están ocultas por la noche que le viste de cuerpo entero. Esta pantera nos muestra que la soledad, unas veces, es una oportunidad para estar con nosotras mismas y probarnos en el arte de responder a las complejidades de la vida; otras, cómo puede ser una decisión o una necesidad; y otras más, cómo nos gustaría guardarla (en una cajita) para poder encontrarnos con alguien más, y compartir ronroneos y todo cuanto que se quiera. 

El zarpazo de poesía es un libro que deseaba que llegara conmigo, es un libro que me estremece desde que escuche fragmentos en voz de su autora, José María Ferrada. Se trata de una nueva edición de Noticias al margen, ilustrada por Andrés López, sí, el mismo de Pantera. La lectura de los poemas de este libro es un auténtico zarpazo justo en el centro del corazón, pero no hay de qué preocuparse, no hace daño, aunque duele y mucho, porque nos interpela la realidad, mediada por la metáfora, que se halla en los versos, una realidad donde resuenan la opresión, la crueldad, la estulticia y más. Convoca a desgarrar, aunque sea como un inicio, la indiferencia.

Por cierto, busquen su cajita en la librería Navegantes (https://www.facebook.com/naveganteslibreria/), que se encuentra en la Ciudad de México (hacen envíos, como el que me llegó en bici). Les va a gustar, pues está ilustrada con personajes de libros emblemáticos, considerados parte de la literatura infantil clásica. Incluye regalitos sorpresa. Sé que habrá otras propuestas de contenido para otras cajitas. Es muy probable que contendrá otras panteras, otros zarpazos, aunque quizá llevarán otros nombres. Un detalle, los tres títulos aludidos son de la editorial Alboroto.  

Promover la lectura con un voluntariado de buen corazón o la precarización de la mediación lectora

Promover la lectura con un voluntariado de buen corazón o la precarización de la mediación lectora

El texto no es un objeto, sino una «figura» del otro. La lectura no es un modo de conocimiento sino un compromiso con la alteridad de aquél que nunca es objeto.

Joan-Carles Mèlich

 

 

En México, en el marco de la llamada Estrategia Nacional de Lectura, durante las semanas recientes se han dado a conocer varias iniciativas institucionales convocando a la participación de “voluntarios” para integrarse en programas de animación y promoción de la lectura. Instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Fondo de Cultura Económica (FCE) anuncian programas para acercar los libros a los lectores a través de distintas estrategias, que incluyen ocupar espacios para invitar a leer en distintas áreas de los planteles escolares de educación media superior y superior, hasta las bibliotecas púbicas y las librerías de la red EDUCAL; hacer sesiones de narración oral de historias; talleres de escritura de cuentos con un personaje prefigurado; realizar juegos de rol, entre otras.

Sin duda, es importante que estas instituciones se tomen en serio la tarea de organizar, promover, coordinar y llevar a cabo acciones para el ejercicio de la cultura escrita como un derecho cultural de toda la población, lo que me parece lamentable es que se busque el trabajo “voluntario” para la ejecución de tales proyectos. Y no se trata tan sólo de estudiantes que podrían cubrir el servicio social de sus carreras universitarias con su participación en estos programas, ni de personas jubiladas que tienen asegurada una pensión o de personas sin limitaciones económicas que desean realizar una “buena labor” por sus prójimos. No, también se trata de hombres y mujeres de distintas edades que necesitan generar ingresos para mantenerse a sí mismos o mantener a sus familias y que, con la esperanza de que podrían obtener alguna remuneración en algún momento, se inscriben y participan. Otros tantos, si bien es cierto, lo hacen con la convicción de que es positivo y necesario sumarse a estos proyectos porque el tema de la lectura les apasiona, aunque no reciban remuneración económica, y se conforman con una playera y una mochila o morralito con libros que luce un logo de la institución y que les identifique como promotores o mediadores de lectura. Y, en estos casos, motivación no falta, pues incluso pueden alcanzar ciertas categorías de tipos de promotor plata, oro… Motivo suficiente de orgullo para sentirse retribuidos, se infiere.

Conozco muchos mediadores y mediadoras de lectura y puedo constatar su compromiso y pasión con la promoción de la palabra escrita. Reconozco su labor y me parece que merecen una retribución económica por realizar un trabajo tan importante y digno como el de quienes ordenan, diseñan y coordinan esos programas y sí reciben remuneraciones, como es justo. El trabajo de los mediadores de lectura, como tal, implica esfuerzo, tiempo y gastos (para traslados, comidas, libros, etc.). Además de que ser mediador de lectura conlleva un ejercicio previo de formación que, en la mayoría de los casos, está cubierta por las instituciones, incluso se habla de “profesionalización” en esta materia. Por ello, me pregunto: ¿por qué el Estado y las instituciones educativas y culturales de nuestro país no destinan recursos suficientes para remunerarles de manera digna, una vez que les ha preparado y también en los casos en los que los mediadores se han formado por cuenta propia? Incluso se ha inventado una “certificación como promotor de lectura”, por parte de la Cámara Nacional de la Industria Editorial, en pleno ambiente empresarial del libro. ¿Para qué te serviría una certificación como esa?, ¿para ser cooptado como mediador de lectura legitimado y voluntario?

Por otra parte, quiero destacar que el primero de julio de 2018 voté por el cambio de gobierno mexicano y ganó mi opción elegida. Al día de hoy, apoyo diversas acciones que la administración actual lleva a cabo en materia de combate a la corrupción, atención a las comunidades migrantes y los programas sociales para personas en estado de pobreza, vulnerabilidad y estudiantes, entre otras. Pero no me parece aceptable que se hable de una Estrategia Nacional de Lectura y para su puesta en marcha se retomen las prácticas cuestionables de gobiernos  anteriores, como la de mantener proyectos con voluntarios, precarizando su trabajo como mediadores de lectura.

Tampoco estoy de acuerdo en que dicha estrategia se centre especialmente en acciones de animación y promoción de la lectura como eventos de entretenimiento que sólo  involucran a las comunidades como espectadoras y receptoras, ni en campañas de difusión que pregonen los beneficios de la lectura como se receta comer frutas y verduras, porque se da por hecho a priori su bondad. Y, en cambio, no se planteen estrategias para formar lectores y usuarios plenos de la cultura escrita, mediante acciones sostenidas que requerirían, entre otros asuntos: la participación activa de las comunidades; la remuneración digna de los mediadores de lectura, así como la formación de los docentes como mediadores de lectura; el fortalecimiento de las bibliotecas escolares; la puesta en marcha de proyectos de mediano y largo plazo en bibliotecas públicas como espacios generadores de desarrollo cultural comunitario, además de formar a las y los bibliotecarios como agentes culturales y mediadores de lectura, remunerarles decorosamente y, por supuesto, dotar los acervos con material actualizado y, sobre todo, con buenas colecciones de literatura infantil y juvenil, entre otras acciones.

En México se han hecho importantes programas de impulso a la lectura en distintos momentos y espacios, algunos tan relevantes como los Libros del Rincón y la creación de las Bibliotecas de Aula y Escolar, para la escuela pública de educación básica; el Programa Nacional de Salas de Lectura; la creación de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas; los Clubes de Lectura en la Ciudad de México; así como campañas de difusión en medios de comunicación masiva, sin que se tengan datos significativos de un aumento de lectores derivado de éstas, pues en muchos casos se han disminuido o cancelado los recursos para estos programas y, en el caso de las campañas, no han tenido impacto porque de poco sirve declarar en favor de la lectura cuando estas enunciaciones resultan ajenas a la vida, las identidades y las prácticas de la mayoría de la población.

En cambio, paradójicamente, lo que ha crecido es un lamentable discurso discriminatorio que se ha posicionado dividiendo el mundo entre lectores y no lectores, privilegiando, obviamente, a los primeros. Como si ser lector fuera garantía de ser una mejor persona, en comparación con aquellos cuyas prácticas cotidianas no contemplan la lectura de libros ni de autores legitimados por las élites culturales. Hoy por hoy, hay una especie de mini-feudo lector, que se expresa en las redes sociales, en el que se gana prestigio enunciando cuánto se ama la lectura, cuántos libros se compran o se leen, a cuántas ferias del libro nacionales e internacionales se asiste o se aspira a ir y lo políticamente incorrecto o de mal gusto que es no ser lector. En este mini-feudo, muchos lectores se asumen como la nobleza culta frente a los que consideran no lectores, quienes equivalen, desde esta analogía, a las masas que evidencian su ignorancia y su falta de nobleza, por ejemplo, agregando un “s” al final de las conjugaciones en pasado de la segunda persona del singular y dicen “dijistes”, “fuistes”, “leístes”; o, peor aun, leyendo un libro de superación personal o uno de un autor excluido del canon legitimado…

Esto me recuerda cómo en la antigüedad cristiana, católica específicamente, se vendían indulgencias para asegurar un lugar el cielo. De manera parecida, he visto cómo se asume una cierta idea acerca de que ser lector y, sobre todo, ser lector-mediador-voluntario es algo así como ganar un cierto prestigio que te asegura un lugar en el cielo cultural o, por lo menos, te hace ser una buena persona por ser lectora y culta. Pero debo aclarar: no estoy diciendo que no haya muy buenas personas entre los mediadores y mediadoras. Lo que cuestiono es que los modos como se promueve este tipo de participación “voluntaria”, están demasiado cerca del indulgente asistencialismo, equivalente a una buena acción cristiana, condescendiente o buena onda: todo sea para expandir los milagros que la santa lectura promete a sus discípulos. De lo contrario, se reconocería esta labor, incluso por los mismos mediadores, como un trabajo profesional y digno de remuneración.

¿Sería mucho pedir que la mediación lectora fuera vista en la dimensión política que puede tener? ¿Será posible que las mediadores y mediadores de lectura reconozcan que merecen ser remunerados dignamente por su trabajo y trasciendan el lugar precarizado que se les ha vendido?

Hay demasiados libros y discursos que hacen elogios de los libros, la lectura y los lectores. No pongo en duda que estos objetos y esta práctica son poderosos. Yo misma he dedicado más de tres décadas de mi vida a trabajar con libros, lecturas y lectores, y una de las cosas que he comprobado es que más allá de panegíricos hacia la lectura, lo más poderoso y valioso en mi experiencia ha sido lo que sucede cuando se logra tejer un encuentro dialógico, cuyos hilos se sostienen con las palabras, las evocaciones, las ensoñaciones, las memorias, las reflexiones, los hallazgos, los asombros, las tensiones, las incertidumbres…, que nacen de las muchas lecturas que se inician a partir de la lectura de un texto escrito y que continúan con la lectura de los paisajes interiores de quienes nos compartimos en una sesión, de la lectura del mundo empírico, de la compartencia de las palabras propias y de las apropiadas.

En un buen número de esas experiencias mi trabajo ha sido remunerado, tanto por instituciones como por proyectos independientes; en muchas otras ocasiones no he recibido un solo peso (y algunas veces me han pagado el taxi o me han dado una canasta de dulces artesanales); sin embargo, he procurado que éstas ocasiones tengan un carácter solidario y un claro compromiso ético y político. Por lo que, en principio, estas participaciones no han sido al amparo de institución alguna, sino de iniciativas autónomas, comunitarias, rebeldes y, en ocasiones, apoyando proyectos que caminan en las grietas que se logran abrir en lo institucional como un acto de resistencia, incluso rebeldía, para buscar caminos educativos o culturales alternativos.

Por último, sobre mi posición acerca de los libros y la lectura, pienso que éstos no debieran limitarse, en ningún caso, pero menos como pate de una Estrategia Nacional de Lectura, a  ser el tema de una campaña publicitaria, ni un signo de distinción honoraria, mucho menos un motivo para discriminar a quienes no tienen “libros favoritos” que les “hayan cambiado la vida”. Tampoco pueden ser estos objetos y esta práctica el medio unívoco para el “desarrollo de habilidades comunicativas” o para “mejorar la comprensión lectora”.

Los libros y la lectura son, desde mi punto de vista, artilugios para el encuentro abierto al Otro, a la otredad que se abre ante mí como un territorio desconocido y, sin embargo, por conocer y reconocer; artilugios para compartir-nos compartiendo las palabras como se comparte el pan en una mesa con amigos y seres queridos; artilugios para sanar las soledades desoladas, los dolores metafísicos, el mal de amores, el egoísmo, los celos y tanto más; artilugios para el acompañamiento amoroso y comprometido en situaciones y momentos de adversidad; artilugios para reescribir nuestros relatos personales, y colectivos, y vislumbrar con ellos territorios e identidades preferidas; artilugios para fortalecer nuestros sueños y esperanzas, así como la agencia personal y colectiva; artilugios para la comprensión de las moradas interiores, propias y ajenas, así como del mundo empírico, tan complicado; artilugios para ayudar a construir el sentido de nuestro Ser y estar en el mundo: de nuestro Ser y estar con Otros en este mundo; artilugios que animan a ser solidarios y asumir un compromiso con los otros y, por ello, a buscar la construcción de mundo y vida digna para todos; artilugios para la hallar una voz propia, así como para motivar la acción política y transformadora… Artilugios que se activan a través de mediaciones que deben ser reconocidas y dignificadas con remuneraciones justas.  

Voluntariado lector, entre la filantropía y la despolitización

Voluntariado lector, entre la filantropía y la despolitización
[…] una buena gestión cultural debe surgir de una gran cantidad de actores sociales –en especial, de aquellos históricamente silenciados- o ser capaz de convocarlos. Las políticas culturales deben tener como uno de sus objetivos fundamentales promover a los ciudadanos como agentes más participativos en el diseño de la vida común.
Víctor Vich, en Desculturizar la cultura. La gestión cultural como forma de acción política

Para poner en contexto el tema del voluntariado en programas y proyectos de promoción de la lectura, promovidos desde instituciones del Estado, presento de modo sucinto algunos de los factores que pueden ayudar a comprender la complejidad del fenómeno del voluntariado, tanto en el marco del asociacionismo como en su adopción por parte del Estado en el sistema neoliberal.

En América Latina, con el antecedente de la revolución cubana (1959), en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX se produjeron movimientos sociales y políticos que buscaban democratizar los procesos de participación, abatir a los regímenes autoritarios y las dictaduras militares. Fueron décadas de florecimiento de la movilización social con conciencia política, pero también de nuevos golpes de Estado, en países como Chile (en 1971), Argentina (en 1966 y 1976), Bolivia (en 1972) y Uruguay (en 1973), así como de luchas antiautoritarias de carácter político y armado en países como Nicaragua, El Salvador, Perú, Guatemala, entre los más representativos.

libertad-de-expresion
Libertad de expresión

En México, aunque no existían dictaduras militares formales, el régimen priista de esas décadas era un régimen represivo y autoritario, que fue confrontado por movimientos sociales y políticos, entre los que se destacan los movimientos estudiantiles de 1968 y de 1971, así como por el surgimiento de organizaciones armadas (guerrillas urbanas y rurales) que, al igual que en las dictaduras, sufrieron la represión y la guerra sucia caracterizada por la tortura, el asesinato y la desaparición de cientos de militantes de esos movimientos.

En los años ochenta sobrevino una especie de impass de las luchas armadas que dio paso a otras formas de participación social, como fueron los movimientos sociales urbanos, feministas, laborales, entre otros, y la creación de un sistema de partidos que canalizó, oficializó y, en cierta medida, buscó controlar las luchas sociales y políticas, proceso que desembocó en la creación del Instituto Federal Electoral en 1990. A la par de este proceso, inició la implantación de políticas económicas neoliberales que produjeron progresivamente la privatización de bienes y servicios; la desaparición de la propiedad colectiva de la tierra en su figura del ejido; el desmantelamiento de las prestaciones sociales; la precarización del trabajo, de los servicios de salud pública, de la educación; un crecimiento desmedido de la pobreza, el desempleo, la migración; la sobreexplotación y depredación de los recursos y áreas naturales, a través de concesiones a industrias privadas, locales y extranjeras; el control social y político a través de programas asistencialistas por parte del Estado y, en las décadas más recientes, el crecimiento desmesurado de la corrupción, la impunidad, la violencia, los crímenes de odio y la violación de los derechos humanos.

En este contexto, surgieron figuras como las ONG, asociaciones civiles, cooperativas y colectivos culturales, entre otros; su proliferación se dio a partir de los años ochenta, como estructuras de participación social que se encargarían de paliar y hacer frente a necesidades que el Estado estaba progresivamente dejando de lado, en ámbitos de desarrollo económico, salud, marginación y diversos tipos de exclusión, violencias y violación de derechos humanos, entre otros.  En este punto es importante señalar el origen del llamado “tercer sector”, ámbito que se halla en medio de lo privado (con fines económicos) y lo público (a cargo del Estado), y en el que surgen las organizaciones no gubernamentales (ONG), cuya ocupación consiste en atender las problemáticas derivadas de los efectos del neoliberalismo y otros temas humanitarios. Entre otras causas, el protagonismo de estos organismos se sumó a un proceso impulsado por los gobiernos neoliberales de desplazamiento de formas de organización social politizadas y contestatarias. Y, de esa manera se produjo un auge de las organizaciones del referido “tercer sector”, cuyos principales ámbitos de acción fueron la cooperación para el desarrollo económico, la asistencia social, tareas humanitarias y, más recientemente, la promoción cultural, debido al reconocimiento de las prácticas culturales y su valor en la producción simbólica, el fortalecimiento de la identidad y la cohesión en procesos de reconstrucción del tejido social en comunidades y grupos.

Es importante señalar que hubo y hay grandes organizaciones no gubernamentales internacionales de corte humanitario, que surgieron con anterioridad a este periodo neoliberal, entre las que destacan Oxfam, que surgió en 1942, y cuyo lema es “trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento”. O bien, Cáritas, organización humanitaria que fue fundada por la iglesia católica en Alemania, desde 1897, con la tarea de trabajar contra la pobreza, la exclusión, la intolerancia, la discriminación… De modo parecido, han sido fundadas muchas otras organizaciones por diversas iglesias católicas y de otras religiones, con fines humanitarios y para el desarrollo de comunidades que viven en condiciones precarizadas o de vulnerabilidad.

La gran mayoría de las organizaciones citadas incluye esquemas de voluntariado para realizar intervenciones en diversos espacios y comunidades. Obtienen recursos de distintas fuentes, tanto privadas como públicas, y algunas incluso generan recursos propios. Sus directivos y operadores son empleados fijos que cuentan con contrataciones laborales específicas. En tanto que el voluntariado que convocan para hacer viables sus intervenciones está compuesto por personas que ven en esta participación una oportunidad de mostrar un gesto solidario por otras personas.

Filantropía
Filantropía

He trazado este panorama para contextualizar y destacar algunos de los fenómenos que se han producido bajo este esquema de asociacionismo, el primero de ellos se trata de la marcada despolitización de la participación del voluntariado en estos programas y la promoción de un sentido de realización individualista, basado en un altruismo caritativo que agota su efecto en intervenciones puntuales. Sin plantearse, o muy poco, cambiar las condiciones sociales, económicas y políticas que han dado origen a las situaciones de emergencia que atienden (de pobreza, exclusión, violación de derechos humanos, etc., que ya se han mencionado). Al sistema neoliberal y los gobiernos que adoptan sus medidas les ha convenido promover y apoyar económicamente a muchas de estas organizaciones, incluso han adoptado esquemas de voluntariado parecidos para operar algunos de sus programas, porque encuentran en ellos varias ventajas: por una parte logran mediatizar de manera significativa la inconformidad y el malestar social, así como menguar la organización y la protesta ciudadana; y, por otro, porque es una forma de deslindarse de sus responsabilidades en la atención de las demandas sociales, económicas, humanitarias, educativas y culturales, así como de las demandas emergentes provocadas por la violencia, la migración y los desplazamientos forzados, la violación a los derechos humanos, culturales…

Muchas de las ONG y otra clase de asociaciones civiles y religiosas que han surgido para hacer frente a estos problemas, lo han hecho con las mejores intenciones; muchas tienen fundamentos éticos y humanitarios, algunas incuso políticos, claros y consecuentes. Mientras, lamentablemente, muchas otras tienen un doble discurso y su objetivo central es la obtención de recursos con que pagan espléndidas remuneraciones a sus fundadores y operadores primarios, aprovechándose del trabajo de un voluntariado que de buena fe se suma a sus proyectos.

Mediante este proceso de deslinde de las obligaciones del Estado, para responder a las necesidades de la población que vive en situaciones de vulnerabilidad extrema, se ha ido supliendo la garantía de los derechos ciudadanos por las acciones de las organizaciones de la llamada sociedad civil que han respondido con medidas paliativas a las adversidades que viven grupos y comunidades, pero paradójicamente no han ayudado de modo efectivo a resolverlas ni a combatir sus causas. Entonces, me pregunto, ¿qué tanto contribuye el voluntariado a cambiar las condiciones que han originado las situaciones de exclusión, marginación, deterioro de los derechos sociales, humanos, culturales…?

Manual-de-gestion-cultural-para-voluntarios-FREELIBROS.ORG

En este panorama contextualizo mi cuestionamiento acerca de que el Estado promueva esquemas de voluntariado para operar programas culturales y, específicamente, de lectura. Porque, como he señalado en un texto anterior (Promover la lectura con un voluntariado de buen corazón o la precarización de la mediación lectora), y lo hago ahora de nueva cuenta, considero que los gobiernos e instituciones educativas y culturales están obligadas, por una parte, a formular políticas fundamentadas, sensibles y comprometidas en materia de cultura escrita, para el ejercicio pleno de los derechos educativos y culturales de la población; y, por otra, a destinar recursos suficientes para la puesta en marcha de las acciones que se requieran en los ámbitos educativo y cultural para este fin. Lo cual implicaría continuar y ampliar la profesionalización de mediadores y mediadoras de lectura y cultura escrita, y considerar su remuneración digna.

Reitero mi desacuerdo con el hecho de que el Estado acuda a esquemas de voluntariado para operar programas culturales y de lectura, por las razones enunciadas en el panorama de la primera parte de este texto.  No digo con esto que toda mediación lectora deba ser remunerada, pero sí que merece serlo la mediación que forme parte de los programas promovidos por el Estado y sus instituciones.

Asimismo, cuestiono los efectos que han propiciado los esquemas de voluntariado, en todos los ámbitos, incluido el educativo y cultural, por su despolitización y su reducción a acciones de tipo asistencialista, caritativo y filantrópico; esencialmente, porque en muchos casos (incluso desde el desconocimiento, desinterés o falta de mirada crítica) han disminuido las posibilidades de organización, autogestión y movilización de las comunidades que atienden, limitado, a querer o no, su capacidad para emprender acciones para combatir las causas estructurales y sistémicas de las problemáticas que padecen y que desde los proyectos asistencialistas se dice combatir.

Indignaos
Indignaos

Por ello, me parece importante que la mediación de la lectura y la cultura escrita que se dé a través de iniciativas autogestivas, no sea vista desde los esquemas de voluntariado, tal como se han revisado éstos, sino desde una perspectiva solidaria con sentido ético y político. Esto es que se contribuya, a través de los encuentros mediados por la palabra que se lee, se escribe, se conversa, se piensa, se siente…, a construir experiencia significativa que ayude a tejer agencia personal y social, que ayude a la construcción de ciudadanía y de horizontes esperanzadores para la experiencia singular y colectiva. Asimismo, esta postura implica reconocer el poder de la lectura, la escritura y las interacciones dialógicas y reflexivas que posibilita la palabra y, en especial, la palabra literaria como experiencia estética que desborde el asombro y la emoción, pero también como experiencia constitutiva de la subjetividad y del sentido de otredad, de alteridad y de comunalidad, de autonomía y pensamiento crítico, que tanta falta nos hacen en este mundo dominado por un sistema neoliberal que promueve el individualismo, la apatía, el egoísmo, la competencia, el miedo, el odio, la intolerancia, la exclusión…, y que nos produce más como consumidores y reproductores despolitizados del mismo sistema que como ciudadanos conscientes de su papel histórico y como personas solidarias y amorosas con sueños y esperanzas.

No es mi propósito desalentar la decisión que asumen muchas mediadoras y mediadores de lectura y cultura escrita de brindar su tiempo y esfuerzo de manera voluntaria, sino invitarles a reflexionar sobre la posibilidad de empoderar su experiencia y politizar sus intervenciones; animarles a trascender la mediación de lectura como mera realización personal y filantrópica, y a mirarla como posible acción transformadora y emancipadora de las comunidades con las que se encuentran. Así como a visibilizar el valor de su trabajo frente a las instituciones, en cuyos proyectos participan, y hacerles ver que merece ser reconocido y retribuido.

Invasión de Niños Comelibros-logo

Por último, como alternativa, destaco la importancia de construir más iniciativas autogestivas y críticas de mediación cultural y de lectura, que no dependan para su accionar de los gobiernos ni las instituciones. Les invito a nombrarse y asumirse como «miembros solidarios» de las organizaciones que logren crear, en vez de «miembros voluntarios», por el sentido ético y político que implican los términos.

Termino nombrando y reconociendo a una de estas iniciativas, ciudadana, autónoma, crítica y persistente en su proyecto autogestivo. Se trata del colectivo Invasión de Niños Comelibros, asentado en la ciudad de Puebla, México, donde han creado clubes de lectura y ciencia en vecindades de barrios populares, espacios en los que sesionan semanalmente. Esta agrupación de mujeres y hombres jóvenes está a punto de cumplir nueve años; yo les conocí en 2013 y desde entonces les sigo la pista y les admiro. Algunos de sus miembros han volado hacia otros proyectos, mientras otros han llegado para fortalecer sus acciones y sueños. Ahora me han convidado a su fiesta de cumpleaños, por lo que me siento muy feliz y me dispongo a acompañarles en algunas de sus intervenciones y a aprender de su experiencia.

 

Crédito de imágenes: 

Imagen de portada: Obra de Boa Mistura, grupo arte urbano, en Lavapiés, barrio de Madrid. En: «Descubrir el arte urbano de Madrid», Cultura inquieta, 13 nov. 2018, en: https://culturainquieta.com/es/lifestyle/item/14614-descubrir-el-arte-urbano-de-madrid-sobre-ruedas.html. Consultado el 2 de abril de 2019.

Imagen «Filantropía», de Campeones 2008, encontrada en: Wikimedia, licencia en: https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/deed.es. Consultada el 30 de abril 2019.

Imagen «Libertad de expresión», en http://www.pulsovenezolano.com/2015-se-configura-como-el-peor-ano-para-la-libertad-de-expresion-en-ecuador/libertad-de-expresion/. Consultada el 29 de abril de 2019.

Imagen «Indignaos», foto de El País, en: https://tn.com.ar/internacional/¡indignaos-el-libro-que-inspiro-al-movimiento-15-m_055948. Consultada el 30 de abril de 2019.

Fuentes consultadas:

  • Jiménez Olmos, Javier, “América Latina desde las dictaduras militares a los gobiernos de izquierda”, en el sitio Paz y Seguridad Internacional. Análisis de conflictos, en: https://jjolmos.com/america-latina-desde-las-dictaduras-militares-a-los-gobiernos-de-izquierdas/. Consultado el 29 de abril de 2019.
  • Rodríguez Victoriano, José Manuel, “El voluntariado como fenómeno social y cultural: un diseño neoliberal de despolitización”, en Revista Arxius, Núm. 4, Junio 2000.
  • Serna, María Guadalupe, Entre caridad y solidaridad. Las organizaciones mexicanas del Tercer Sector, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2017.
  • Zurdo Alaguero, Ángel, “El voluntariado en la encrucijada: consideraciones sobre los límites de la participación social en un contexto de individualización, despolitización e instrumentalización creciente”, en Documentación Social. Revista de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada, núm. 160, enero-marzo, Madrid, Cáritas Española, 2011. Número dedicado al tema: Voluntariado: presencia y transformación social.

 

Promover la lectura con un voluntariado de buen corazón o la precarización de la mediación lectora

Promover la lectura con un voluntariado de buen corazón o la precarización de la mediación lectora

El texto no es un objeto, sino una «figura» del otro. La lectura no es un modo de conocimiento sino un compromiso con la alteridad de aquél que nunca es objeto.

Joan-Carles Mèlich

 

 

En México, en el marco de la llamada Estrategia Nacional de Lectura, durante las semanas recientes se han dado a conocer varias iniciativas institucionales convocando a la participación de “voluntarios” para integrarse en programas de animación y promoción de la lectura. Instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Fondo de Cultura Económica (FCE) anuncian programas para acercar los libros a los lectores a través de distintas estrategias, que incluyen ocupar espacios para invitar a leer en distintas áreas de los planteles escolares de educación media superior y superior, hasta las bibliotecas púbicas y las librerías de la red EDUCAL; hacer sesiones de narración oral de historias; talleres de escritura de cuentos con un personaje prefigurado; realizar juegos de rol, entre otras.

Sin duda, es importante que estas instituciones se tomen en serio la tarea de organizar, promover, coordinar y llevar a cabo acciones para el ejercicio de la cultura escrita como un derecho cultural de toda la población, lo que me parece lamentable es que se busque el trabajo “voluntario” para la ejecución de tales proyectos. Y no se trata tan sólo de estudiantes que podrían cubrir el servicio social de sus carreras universitarias con su participación en estos programas, ni de personas jubiladas que tienen asegurada una pensión o de personas sin limitaciones económicas que desean realizar una “buena labor” por sus prójimos. No, también se trata de hombres y mujeres de distintas edades que necesitan generar ingresos para mantenerse a sí mismos o mantener a sus familias y que, con la esperanza de que podrían obtener alguna remuneración en algún momento, se inscriben y participan. Otros tantos, si bien es cierto, lo hacen con la convicción de que es positivo y necesario sumarse a estos proyectos porque el tema de la lectura les apasiona, aunque no reciban remuneración económica, y se conforman con una playera y una mochila o morralito con libros que luce un logo de la institución y que les identifique como promotores o mediadores de lectura. Y, en estos casos, motivación no falta, pues incluso pueden alcanzar ciertas categorías de tipos de promotor plata, oro… Motivo suficiente de orgullo para sentirse retribuidos, se infiere.

Conozco muchos mediadores y mediadoras de lectura y puedo constatar su compromiso y pasión con la promoción de la palabra escrita. Reconozco su labor y me parece que merecen una retribución económica por realizar un trabajo tan importante y digno como el de quienes ordenan, diseñan y coordinan esos programas y sí reciben remuneraciones, como es justo. El trabajo de los mediadores de lectura, como tal, implica esfuerzo, tiempo y gastos (para traslados, comidas, libros, etc.). Además de que ser mediador de lectura conlleva un ejercicio previo de formación que, en la mayoría de los casos, está cubierta por las instituciones, incluso se habla de “profesionalización” en esta materia. Por ello, me pregunto: ¿por qué el Estado y las instituciones educativas y culturales de nuestro país no destinan recursos suficientes para remunerarles de manera digna, una vez que les ha preparado y también en los casos en los que los mediadores se han formado por cuenta propia? Incluso se ha inventado una “certificación como promotor de lectura”, por parte de la Cámara Nacional de la Industria Editorial, en pleno ambiente empresarial del libro. ¿Para qué te serviría una certificación como esa?, ¿para ser cooptado como mediador de lectura legitimado y voluntario?

Por otra parte, quiero destacar que el primero de julio de 2018 voté por el cambio de gobierno mexicano y ganó mi opción elegida. Al día de hoy, apoyo diversas acciones que la administración actual lleva a cabo en materia de combate a la corrupción, atención a las comunidades migrantes y los programas sociales para personas en estado de pobreza, vulnerabilidad y estudiantes, entre otras. Pero no me parece aceptable que se hable de una Estrategia Nacional de Lectura y para su puesta en marcha se retomen las prácticas cuestionables de gobiernos  anteriores, como la de mantener proyectos con voluntarios, precarizando su trabajo como mediadores de lectura.

Tampoco estoy de acuerdo en que dicha estrategia se centre especialmente en acciones de animación y promoción de la lectura como eventos de entretenimiento que sólo  involucran a las comunidades como espectadoras y receptoras, ni en campañas de difusión que pregonen los beneficios de la lectura como se receta comer frutas y verduras, porque se da por hecho a priori su bondad. Y, en cambio, no se planteen estrategias para formar lectores y usuarios plenos de la cultura escrita, mediante acciones sostenidas que requerirían, entre otros asuntos: la participación activa de las comunidades; la remuneración digna de los mediadores de lectura, así como la formación de los docentes como mediadores de lectura; el fortalecimiento de las bibliotecas escolares; la puesta en marcha de proyectos de mediano y largo plazo en bibliotecas públicas como espacios generadores de desarrollo cultural comunitario, además de formar a las y los bibliotecarios como agentes culturales y mediadores de lectura, remunerarles decorosamente y, por supuesto, dotar los acervos con material actualizado y, sobre todo, con buenas colecciones de literatura infantil y juvenil, entre otras acciones.

En México se han hecho importantes programas de impulso a la lectura en distintos momentos y espacios, algunos tan relevantes como los Libros del Rincón y la creación de las Bibliotecas de Aula y Escolar, para la escuela pública de educación básica; el Programa Nacional de Salas de Lectura; la creación de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas; los Clubes de Lectura en la Ciudad de México; así como campañas de difusión en medios de comunicación masiva, sin que se tengan datos significativos de un aumento de lectores derivado de éstas, pues en muchos casos se han disminuido o cancelado los recursos para estos programas y, en el caso de las campañas, no han tenido impacto porque de poco sirve declarar en favor de la lectura cuando estas enunciaciones resultan ajenas a la vida, las identidades y las prácticas de la mayoría de la población.

En cambio, paradójicamente, lo que ha crecido es un lamentable discurso discriminatorio que se ha posicionado dividiendo el mundo entre lectores y no lectores, privilegiando, obviamente, a los primeros. Como si ser lector fuera garantía de ser una mejor persona, en comparación con aquellos cuyas prácticas cotidianas no contemplan la lectura de libros ni de autores legitimados por las élites culturales. Hoy por hoy, hay una especie de mini-feudo lector, que se expresa en las redes sociales, en el que se gana prestigio enunciando cuánto se ama la lectura, cuántos libros se compran o se leen, a cuántas ferias del libro nacionales e internacionales se asiste o se aspira a ir y lo políticamente incorrecto o de mal gusto que es no ser lector. En este mini-feudo, muchos lectores se asumen como la nobleza culta frente a los que consideran no lectores, quienes equivalen, desde esta analogía, a las masas que evidencian su ignorancia y su falta de nobleza, por ejemplo, agregando un “s” al final de las conjugaciones en pasado de la segunda persona del singular y dicen “dijistes”, “fuistes”, “leístes”; o, peor aun, leyendo un libro de superación personal o uno de un autor excluido del canon legitimado…

Esto me recuerda cómo en la antigüedad cristiana, católica específicamente, se vendían indulgencias para asegurar un lugar el cielo. De manera parecida, he visto cómo se asume una cierta idea acerca de que ser lector y, sobre todo, ser lector-mediador-voluntario es algo así como ganar un cierto prestigio que te asegura un lugar en el cielo cultural o, por lo menos, te hace ser una buena persona por ser lectora y culta. Pero debo aclarar: no estoy diciendo que no haya muy buenas personas entre los mediadores y mediadoras. Lo que cuestiono es que los modos como se promueve este tipo de participación “voluntaria”, están demasiado cerca del indulgente asistencialismo, equivalente a una buena acción cristiana, condescendiente o buena onda: todo sea para expandir los milagros que la santa lectura promete a sus discípulos. De lo contrario, se reconocería esta labor, incluso por los mismos mediadores, como un trabajo profesional y digno de remuneración.

¿Sería mucho pedir que la mediación lectora fuera vista en la dimensión política que puede tener? ¿Será posible que las mediadores y mediadores de lectura reconozcan que merecen ser remunerados dignamente por su trabajo y trasciendan el lugar precarizado que se les ha vendido?

Hay demasiados libros y discursos que hacen elogios de los libros, la lectura y los lectores. No pongo en duda que estos objetos y esta práctica son poderosos. Yo misma he dedicado más de tres décadas de mi vida a trabajar con libros, lecturas y lectores, y una de las cosas que he comprobado es que más allá de panegíricos hacia la lectura, lo más poderoso y valioso en mi experiencia ha sido lo que sucede cuando se logra tejer un encuentro dialógico, cuyos hilos se sostienen con las palabras, las evocaciones, las ensoñaciones, las memorias, las reflexiones, los hallazgos, los asombros, las tensiones, las incertidumbres…, que nacen de las muchas lecturas que se inician a partir de la lectura de un texto escrito y que continúan con la lectura de los paisajes interiores de quienes nos compartimos en una sesión, de la lectura del mundo empírico, de la compartencia de las palabras propias y de las apropiadas.

En un buen número de esas experiencias mi trabajo ha sido remunerado, tanto por instituciones como por proyectos independientes; en muchas otras ocasiones no he recibido un solo peso (y algunas veces me han pagado el taxi o me han dado una canasta de dulces artesanales); sin embargo, he procurado que éstas ocasiones tengan un carácter solidario y un claro compromiso ético y político. Por lo que, en principio, estas participaciones no han sido al amparo de institución alguna, sino de iniciativas autónomas, comunitarias, rebeldes y, en ocasiones, apoyando proyectos que caminan en las grietas que se logran abrir en lo institucional como un acto de resistencia, incluso rebeldía, para buscar caminos educativos o culturales alternativos.

Por último, sobre mi posición acerca de los libros y la lectura, pienso que éstos no debieran limitarse, en ningún caso, pero menos como pate de una Estrategia Nacional de Lectura, a  ser el tema de una campaña publicitaria, ni un signo de distinción honoraria, mucho menos un motivo para discriminar a quienes no tienen “libros favoritos” que les “hayan cambiado la vida”. Tampoco pueden ser estos objetos y esta práctica el medio unívoco para el “desarrollo de habilidades comunicativas” o para “mejorar la comprensión lectora”.

Los libros y la lectura son, desde mi punto de vista, artilugios para el encuentro abierto al Otro, a la otredad que se abre ante mí como un territorio desconocido y, sin embargo, por conocer y reconocer; artilugios para compartir-nos compartiendo las palabras como se comparte el pan en una mesa con amigos y seres queridos; artilugios para sanar las soledades desoladas, los dolores metafísicos, el mal de amores, el egoísmo, los celos y tanto más; artilugios para el acompañamiento amoroso y comprometido en situaciones y momentos de adversidad; artilugios para reescribir nuestros relatos personales, y colectivos, y vislumbrar con ellos territorios e identidades preferidas; artilugios para fortalecer nuestros sueños y esperanzas, así como la agencia personal y colectiva; artilugios para la comprensión de las moradas interiores, propias y ajenas, así como del mundo empírico, tan complicado; artilugios para ayudar a construir el sentido de nuestro Ser y estar en el mundo: de nuestro Ser y estar con Otros en este mundo; artilugios que animan a ser solidarios y asumir un compromiso con los otros y, por ello, a buscar la construcción de mundo y vida digna para todos; artilugios para la hallar una voz propia, así como para motivar la acción política y transformadora… Artilugios que se activan a través de mediaciones que deben ser reconocidas y dignificadas con remuneraciones justas.  

Portada zon Zapata

María Esther Pérez Feria

Emiliano Zapata como lo vieron los zapatistases un libro que trata acerca de un personaje histórico y emblemático en la historia y el imaginario mexicano, a través de la voz de quienes a su lado protagonizaron uno de los episodios más relevantes en la historia de México en el siglo XX. En esta obra se hace presente la voz testimonial que nos cuenta cómo era Emiliano Zapata y lo que representó compartir días de lucha, de hambre, de valor y orgullo en la defensa de la tierra, la libertad y la justicia. Los textos forman parte de la historia oral que hace contrapeso a las versiones oficiales sobre la Revolución Mexicana. Estas voces se enmarcan en un diseño editorial y estético que trastoca la Historia con mayúscula, sólo para acercarla al lector como la historia que han hecho las personas de carne y hueso, de corazón y seso.

Las imágenes robustecen el significado de lo que cuentan las palabras, con una propuesta iconográfica que nos deja ver cómo eran esos personajes que acompañaron a Emiliano Zapata y nos revelan al caudillo mismo desde una perspectiva fresca, informal, más cercana. Zapata y los zapatistas presentes en esta obra nos miran directo a los ojos, nos apelan con sus miradas desde la profundidad de su orgullo, mediante fotografías que nos muestran también cómo eran los paisajes y los ambientes, así como los estilos de vida de la época revolucionaria, en el campo y en la ciudad.

Zapata con papelito morado

La obra incluye una serie de fotografías de la época, algunas de las cuales han sido intervenidas con trazos y dibujos, ya para enmarcar un retrato, ya para completar una escena. Se utiliza el collage a partir de trozos de papel de colores claramente rasgados a mano para crear composiciones que evocan el campo, las milpas, la tierra por la que lucharon los personajes, y un cielo azul, profundo como la esperanza que mueve conciencias y enarbola luchas como la que trasluce en esta obra.

Los dos discursos, el textual y el visual, se funden para contarnos a dos voces, alternada y complementariamente, un fragmento de historia. Desde el registro de la palabra viva que recrea el habla campesina, con su retórica coloquial, apreciamos la voz de los que hicieron esa historia. La tipografía se emplea para enfatizar los giros lingüísticos y el énfasis de las repeticiones y las expresiones propias del habla oral. Y cada una de las imágenes es un elemento intertextual y metadiscursivo que hace volar nuestra imaginación, que apela a nuestra necesidad de saber más acerca de quienes fueron esos hombres y esas mujeres que participaron en “la bola” o que dirigieron valientemente a un grupo de combatientes, todos ellos bajo el mando, la dirección y, esencialmente, la inspiración de su líder.

Palabras e imágenes suscitan asombro, reflexión y emociones diversas. Cómo no admirar a las coronelas Rosa Bobadilla, quien perdió a su pareja en la lucha, y Amelia Robles, quien prefería que la llamaran coronel. Dos mujeres que pelearon con gran valentía y que se ganaron el respeto y la admiración de sus muchachos. Los textos y las fotografías han sido cuidadosamente seleccionadas para generar una lectura tanto eferente como estética, en términos de Louise M. Rosemblatt, sin tratarse de una obra literaria, su lectura logra conectar con nuestras emociones y motivar la reflexión sobre hechos objetivos. Sus personajes son dignos de una narración épica y trágica a la vez.

Interior blanco y negro

Por su cuidado editorial y de contenido, la obra no deja lugar a dudas de que ha sido dirigida y realizada por expertos, desde el ilustrador y creador de un concepto gráfico lúdico y visualmente muy atractivo por el manejo del color, que contrasta colores cálidos, fríos y tierra, por los planos que sugieren unas veces cercanía y otras profundidad, y por la diagramación que equilibra los elementos textuales y gráficos; hasta los historiadores que se encargaron de la introducción, selección de testimonios e iconografía, con una dedicación propia de los buscadores de tesoros.

La portada muestra uno de los mejores retratos de Zapata, quien en la profundidad de su mirada evoca la enorme dimensión de su legado. La imagen aparece enmarcada con una composición de papeles rasgados, como lo fue la vida de este personaje y de su lucha. Esta composición abarca la contraportada  y las primeras guardas. En cambio, una de las guardas finales se ocupó para mostrar la esencia de la obra, como conclusión: se trata de la fotografía de un viejo revolucionario, que ha escarbado dentro de su ajado maletín repleto de documentos, con la ilusión marcada en el rostro. La imagen de este hombre, leyendo uno de esos papeles, nos deja ver su enorme emoción y nos la contagia. Él es parte de la historia que cuentan esas hojas sueltas, de la historia que nos cuenta este libro.

Páginas interiopres y diálogo

La obra presenta valiosos recursos, además del contenido principal, que consiste en el discurso aludido en el título: Emiliano Zapata como lo vieron los zapatistas, el cual se construye con los testimonios y las imágenes, se trata de los paratextos. Cada fotografía puede dar pie a una lectura en profundidad sobre los elementos representados: personajes, suceso, ambiente, paisaje, vestimenta, objetos, entre otros elementos. La introducción ofrece información que contextualiza al personaje y los hechos históricos aludidos en el libro. Asimismo, la información que acompaña los índices y éstos mismos, conforman otro metadiscurso, pues son la evidencia del trabajo de investigación y el sustento de las fuentes históricas y testimoniales con que se construyó el contenido de la obra.

Este libro forma parte de la colección Biografías, de Ediciones Tecolote, editorial que se ha destacado por la publicación de libros sobre temas históricos dirigidos a niños y al público en general, los cuales son de alta calidad en sus contenidos y en sus propuestas de diseño e imagen. Emiliano Zapata como lo vieron los zapatistases un ejemplo de cómo se puede hacer libros informativos que resulten atractivos, apelativos y dignos de considerarse como objetos estéticos.

Finalmente, esta obra propone un diálogo armónico textos e imágenes, con el que se construye una narración no ficticia, sino de hechos históricos, desde una perspectiva posmoderna. Haciendo uso de un formato y un diseño editorial atractivo a niños, adolescentes y adultos; proponiendo varios niveles de lectura: textual, visual, paratextual, intertextual. Con estos recursos, la obra logra proponer una forma apelativa de leer la historia, acercando de modo atractivo al lector documentos de valor histórico, como son los testimonios y las fotografías que contienen voces e imágenes de los protagonistas de sucesos relevantes, que en el siglo XXI forman parte de la memoria colectiva en nuestro país.

Emiliano Zapata como lo vieron los zapatistas, selección de textos de Laura Espejel, ilustraciones de Fernando Robles, selección de fotografías de Francisco Pineda. México, Ediciones Tecolote.

 

 

Cuando un maestro es lector apasionado

La biblioteca vuelve listos a los niños

En verdad, las palabras sueñan.

Gastón Bachelard

 

Aprender a ser uno mismo, por escrito, es algo absolutamente irremplazable.

Emilia Ferreiro

 

Mi participación en el programa Leer para la vida, iniciativa del Programa de Fomento para el Libro y la Lectura, de la Secretaría de Cultura, dirigido a estudiantes normalistas de distintas escuelas donde se preparan los próximos docentes de educación básica y pública de México, me ha hecho pensar en la raíz de mi amor por la palabra que canta, cuenta y sueña.

 Leer para la V ida-logo

Cuando era niña, en mi casa no había libros de literatura ni filosofía ni historia… No había libros, con excepción de los de texto gratuitos. Acaso algunas revistas de Kalimán y Memín Pinguín, cuyas texturas revelaban un periplo de lecturas sostenidas por muchas manos. El único libro que mi padre compró, alguna vez que pudo disponer de algo más que el sustento básico semanal para su familia, y a recomendación del vendedor que lo persuadió con un “es muy útil para las tareas escolares de sus hijos”, fue el Pequeño Larousse Ilustrado. Pasé muchas tardes dando vuelta a sus páginas, explorando y eligiendo al azar palabras infinitas, palabras que me apabullaban por su sonido, palabras como enjambre que multiplicaban claroscuros y revoloteaban en mi mente, palabras como laberintos que me llevaban a otras palabras y a otras y a otras… Buscando también, por supuesto, las palabras prohibidas, las palabras malditas, las palabras que “no son de las niñas”, aunque éstas vivan en una vecindad arrabalera donde las escuchan cotidianamente. Sin ser un libro propiamente infantil, ese tabique extraordinario me regaló el deleite de su sección ilustrada; cómo disfruté de sus mapas, de sus esquemas del cuerpo humano, de su apartado de las banderas del mundo y mucho más. Una exploración en complicidad con la soledad cósmica, la ensoñación y el asombro de una niña de ocho o tal vez nueve años.

 

IMG_8798

Muy poco tiempo después, MI maestro Javier, de 5º y 6º grados de primaria, leía en voz alta para y mi grupo.  A menudo, un rato antes del fin de la jornada, el maestro nos recomendaba guardar nuestros útiles y sentarnos cómodamente. Tomaba, entonces, uno de los dos tomos de las Lecturas clásicas para niños, esa emblemática selección vasconcelista[1] que aún genera polémicas sobre su pertinencia en la escuela pública o como colección de textos para niños, y leía en voz alta alguno de los relatos ahí recogidos. Me gusta pensar que en los dos ciclos escolares nos leyó buena parte de los dos tomos, además de algunas otras obras, porque esa práctica no era un suceso esporádico, sino un ánimo rítmico y persistente. No me acuerdo de la recepción que tuve de todos los textos que nos leyó a mí y a las otras niñas y niños con los que compartía el aula, pero sí de algunos portentosos, los que desde entonces iluminan mi horizonte.

Recuerdo la voz del maestro danzando en el techo altísimo de aquel salón de la casa colonial que albergaba mi escuela primaria “Quirino Mendoza”, en el Xochimilco de chinampas y trajineras de la Ciudad de México, de los años setenta del siglo XX. Recuerdo el timbre vivaz y emocionado de su voz dibujando los pasajes de la Ilíada y de la Odisea incluidos en las Lecturas. Mi amor por estas obras proviene de esos momentos luminosos. Y cómo no. La luz se colaba curiosa por los ventanales y acompañaba atenta nuestras miradas niñas que veían el mar, el desierto, los palacios orientales, el vuelo de las palabras de Scheherezada, las heridas infinitas de Aquiles y los aqueos sobre el castigado cuerpo de Héctor, la estaca de olivo ardiente que se hundió en el ojo de Polifemo, y tanto más.

lecturasclsicasparanios-vol1-160728231717-thumbnail-4

De pronto, el estado de encantamiento en el que nos hallábamos niñas y niños era sorprendido por el estridente sonido de la chicharra. Sobresaltos. Muecas. Algunas miradas más abiertas. “Bueno, mañana continuamos”, decía el maestro, y un rotundo “¡Nooooooooooo!” era la respuesta unánime. Nadie podría haber salido de ese salón sin un debido triunfo del héroe, una muerte virtuosa o, al menos, una aceptable pausa al hechizo del relato. El docente lector siempre accedía. Si no lograba leer el texto hasta su conclusión, al menos nos daba una tregua, cuando el descenso de la tensión narrativa de algún pasaje nos devolvía el aliento, y así podíamos resistir hasta el día siguiente.

De vuelta a la realidad, salíamos de ese territorio tejido en una filigrana lograda con cada línea que era leída en voz alta. Para entonces, la escuela estaba desierta. Nadie más se hallaba en el patio, ni en la dirección, ni en la puerta hacia la calle, ni en las inmediaciones. En la calle, los transeúntes comunes ni se enteraban de las palabras que se iban pegaditas en nuestro cuerpo, abrazando nuestra experiencia del día. Dentro de nuestra mochila se iba la promesa de la siguiente lectura. Fui, junto con otras niñas y otros niños, una afortunada alumna de aquel maestro que me mostró que las palabras sueñan. Y sigo soñando con ellas.

Grupo sonriente con libros -IMG_8852

En mi país, la inmensa mayoría de las niñas, niños y adolescentes tienen en las aulas y en la escuela la oportunidad, a veces única, de formarse como usuarios plenos de la cultura escrita; en esos espacios es donde pueden vivir, mediante la lectura, experiencias estéticas y formativas del ser que son; ahí pueden desarrollar su pensamiento crítico y creativo, y prenderse de las palabras para construir una voz propia. En la escuela es donde pueden aprender a ser por escrito y a leerse en los textos que lleguen a sus manos y a sus oídos. Pero esto sólo es posible cuando hay una maestra o un maestro que lee y ama leer con sus alumnos. Una maestra o un maestro que, al margen de un horario castigado, aun de una carga de tareas extenuante, asume su papel de agente educativo y transformador, y se regala con sus alumnos, y construye espacios para leer solidariamente, para ampliar su propio horizonte lector y el de las niñas y los niños que podrán recordarle más adelante con gran afecto, como quien les mostró el poder y la maravilla de las palabras.

Formemos docentes-lectores, comprometidos y solidarios, usuarios y promotores de la cultura escrita.

 

IMG_8809

[1] José Vasconcelos fue el primer secretario de educación pública en el México posrevolucionario en 1921. El proyecto educativo que encabezó este abogado, político y ensayista promovió la educación popular y la difusión de la literatura universal en la escuela pública. Este propósito dio origen a la edición de los dos volúmenes de las Lecturas clásicas para niños, México, 1924, Departamento de la Secretaría de Educación. El volumen I recoge textos emblemáticos de las tradiciones de Oriente, Grecia y hebrea; en tanto que el volumen II incluye una selección de poesía épica, romances, relatos populares europeos e iberoamericanos, así como fragmentos de obras de autores relevantes de los siglos XVII al XX.

 

Crédito de la ilustración: Wolf Erlbruch, en El nuevo libro del abecedario, de Karl Philipp Moritz.

 

lecturasclsicasparanios-vol1-160728231717-thumbnail-4

La poética existencial que habita los libros de Wolf Erlbruch

La poética existencial que habita los libros de Wolf Erlbruch

«El arte en general para algunas personas, la música, las artes plásticas, la danza, etc… y yo creo que la poesía para todo el mundo, no tienen como única función existir para la contemplación, la escucha o la lectura, sino de igual manera para la creación, y, desde luego, para la creación de uno mismo.» Georges Jean

¿Cuál es el propósito vital de cada ser en el mundo? pareciera ser la pregunta constante en la obra de Wolf Erlbruch, el escritor e ilustrador alemán nacido en 1948, en la ciudad de Wuppertal, quien acaba de obtener el Premio de Literatura en memoria de Astrid Lindgren (ALMA) 2017, por su obra destinada a niñas, niños y también lectores de todas las edades. Cada obra suya puede ser leída como una carta de navegación para explorar nuestra propia experiencia, para adentrarnos en nuestras moradas internas y buscarnos y hallarnos e iluminarnos mediante la experiencia estética frente a sus obras, configuradas poéticamente mediante la imagen figurativa, el juego del color y las texturas, las perspectivas y los planos que comunican una emotividad poderosa; con la palabra que describe, narra o nos hace escuchar preguntas y diálogos diáfanos, crueles, profundos, humorísticos, absurdos o inocentes. Con todo ello, sus obras nos incitan a responder esa pregunta formulada de una y muchas formas posibles e imaginadas en las voces o las actitudes de personajes profundos, entrañables, graciosos o inquietantes. Incluso el estado de desolación en el que se encuentra el sapo al inicio de Los cinco horribles o la advertencia de finitud que encuentra lugar en El pato y la muerte tienen relación con esa pregunta:

Pato y muerte de espaldas conversan

«Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño.

—¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?

La Muerte le contestó:

—Me alegro de que por fin me hayas visto.

Soy la muerte.»

Los libros de Wolf Erlbruch parecen partir de esta premisa común: la búsqueda de respuestas a preguntas fundamentales sobre el propósito vital que nos ha traído al planeta. Preguntas fundacionales que todo ser reflexivo se hace alguna vez sobre su propia existencia y sobre su experiencia con la otredad y el mundo. Y como muchos de los libros que escribe e ilustra este autor son también para niñas y niños, ha creado una propuesta estética en los lindes del libro álbum que ofrece un territorio amplio donde caben muchas lecturas, diversas construcciones significativas desde los más distintos horizontes. Sus obras son hospitalarias tanto para los lectores más jóvenes como para los mayores. Cada lector o lectora podrá elaborar sus propias respuestas a las preguntas comunes y todos hallarán materia emotiva, poética, evocativa y provocadora en las historias, en las imágenes, en las preguntas que ofrecen libros como los que reseño a continuación.

La gran pregunta, México, Ediciones Tecolote, 2005

La gran pregunta Portada

En La gran pregunta es elocuente el cuestionamiento existencial, ya que es el punto de partida, el argumento, el nudo y el desenlace abierto a la formulación de nuevas y necesarias preguntas. La gran pregunta, que todo sujeto se ha planteado en algún momento de su existencia, se presenta elidida en una voz infantil que no escuchamos, sino a través del eco de las respuestas que ha demandado, tal como se infiere, y que obtiene de los personajes más cercanos en su cotidianidad. La gran pregunta formulada por un niño pequeño, como todos los niños y las niñas que hemos sido alguna vez, y como los de ahora y los de todos los tiempos, recibe tantas respuestas como caben en la complejidad de nuestras vidas sobre el mundo y de quienes nos rodeamos. Los trazos lineales y figurativos con colores ocres y fríos ilustran con emotividad y de manera elocuente las breves y contundentes respuestas que buscan describir pedacitos de lo que representa el sentido de la vida desde distintas perspectivas. Hay respuestas poéticas: “Estás aquí para cantar tu canción”, le dice el pájaro. Existenciales: “Estás aquí, para amar la vida”, le dice la muerte. Respuestas esenciales: “Tú estás aquí porque yo te amo”, dice la madre, entre otras.

 

El milagro del oso, Salamanca, Lóguez, 2002

El m ilagro del oso portada

Después de un largo invierno, el oso despertó flaco, hambriento y curioso. Una vez que hubo comido y engordado nuevamente, pensaba en el grande y fuerte padre oso que podría ser.

Oso pensando de cabeza Wolf

“Pero por mucho que pensaba, no se le ocurría qué habría que hacer para convertirse en un padre oso.”

Entonces gritó con su voz más potente para que todo el bosque lo escuchara:

“—¿Puede decirme alguien cómo puedo tener un hijo?”

Pues lo que deseaba ante todo era convertirse en un padre oso. Y eso no es cosa simple. Así que preguntó. YOso y Osa mirando el horizonte le dieron respuestas que lo llevaron a buscar un hijo oso entre las remolachas; luego, a intentar poner un huevo; buscar a una cigüeña… En fin. El oso comenzaba a desesperarse, cuando mirando las nubes recordó algo que su madre siempre le decía. Y, de pronto, apareció ante él una encantadora mujer oso que le hizo una proposición que le ayudaría a desvelar el misterio, diciéndole:

“Si tú colaboras un poquito, podremos tener encantadores niños osos en la próxima primavera”.

Los cinco horribles, México, Juventud, 2001

Los cinco horribles portada

El sapo se encuentra sumido en un estado depresivo. Sus amigos, la rata, el murciélago y la araña, no le dan ninguna palabra de aliento, antes bien, se encuentran sumergidos en la misma angustia y desolación. Todo ello debido a un motivo en común: se consideraban a sí mismos feos, ¡horribles!

“El sapo, con sus saltones ojos de color amarillo, se contemplaba en un trozo de espejo. A la pálida luz de la luna, se veía aun peor aspecto que bajo los rayos del sol y se miraba con tristeza las enormes verrugas de la cara. Se encontraba horroroso.”

Sapo mirandose al espejo de los cinco horribles

(Cada vez que leo este inicio y miro la ilustración, imagino al sapo repitiéndose la pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?)

Un día, llega una hiena y hace lo que sabe: se ríe de ellos, y los llama “el club de los llorones”. Se integra al grupo porque comparte su fealdad, pero agrega un ingrediente que no conocían los otros cuatro animales: entusiasmo, iniciativa y esperanza. Eso ayuda al grupo a hacer planes para olvidar las penas y para que cada uno haga lo que mejor sabe. De modo que se abre la posibilidad de ver la vida con una mirada distinta y, quién lo sabe, tal vez tener una alegre fiesta cada tarde.

Leonardo, Barcelona, Takatuka, 2008

Leonardo Portada

Apenas abres la tapa del libro, te reciben unas guardas que dan ganas de alejar la mano de inmediato, pues contienen una verdadera jauría de “perros peligrosos” como los que Leonardo pintaba cada mañana, poco después de ponerse a ladrar y despertar a sus padres. La abuela, que ama a Leonardo, lo acompaña con algunos ladridos o gruñidos, aunque le gustaría tener un nieto normal con el que pudiera jugar bádminton. En la calle, a Leonardo le asustan mucho los perros, que hay de a montón. Tanto, que desea convertirse en un perro grande. Un hada se lo concede y los padres tienen que comprarle una casa para el jardín. No obstante, la calle sigue complicada, ahora con tantos niños que lo asustan…

Leonardo jala a la abuela perro

El mundo de Leonardo es un mundo de ensoñación y temores, si bien, arropado con el amor de una familia que comparte y celebra sus juegos, anhelos y eso que llaman crecer.

La pregunta implícita en Leonardo podría ser ¿cómo se conjura el miedo frente al mundo y la vida, cuando crecer es una aventura plagada de riesgos? Acaso vestirse de fiera ayude a ahuyentar a las fieras. Así como Julio Cortázar escribía relatos para exorcizar sus demonios, el pequeño Leonardo dibuja los más feroces perros con rabiosos hocicos punzocortantes, y ladra y aúlla y gruñe cada mañana.

Leonardo perro grande aullando

En conclusión, las preguntas de orden existencial son vitales y, aunque a veces duelen, a veces también iluminan y siempre nos ayudan a ser quienes somos. Hay muchas maneras de desvelar sus respuestas, una muy afortunada es con la compañía de libros poderosos, cargados de sentido, de ternura, de humor, de desenfado, de naturalidad, familiaridad e ingenio como los de este autor, pues son obras que se abren a nuestra subjetividad, que nos reflejan, nos contrastan o nos permiten asomarnos a otros mundos íntimos, diversos, de los que bien podría abrevar nuestra construcción de otredad y de alteridad.

Pato yace sobre la muerte

En una próxima entrada comentaré sobre los libros ilustrados por Wolf Erlbruch.

Nota: todas las ilustraciones son de Wolf Erlbruch, incluido este autorretrato.

Autorretrato Wolf-Erlbruch-600x600

Gilgamesh o la epopeya de la poesía

Gilgamesh o la epopeya de la poesía

 Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal.

Octavio Paz

Primero fue la palabra… poética

Todas las culturas antiguas buscaron la explicación de su origen a través de las palabras, cantaron a sus divinidades, llamaron a la lluvia y adoraron al fuego, conjuraron sus temores y celebraron sus alegrías mediante las palabras. Palabras cantadas, repetidas, custodiadas en la memoria colectiva. No es gratuito que los textos primigenios fueran configurados con ritmo, repeticiones, imágenes y metáforas, es decir, poéticamente, entre otras razones, con el fin de ser recordados.

Tablet_V_of_the_Epic_of_Gligamesh._Newly_discovered._The_Sulaymaniyah_Museum_Iraq.Hace más de 4600 años, tanto las tierras de Siria, hoy desérticas, como las de Irak, ahora devastadas por las secuelas de la invasión estadounidense de 2003, albergaban el reino de Mesopotamia: la tierra “entre dos ríos”. Entonces, esa región reverdecía y daba frutos. Allí nació una de las primeras culturas en el mundo: la sumeria; allí se inventó el primer sistema de escritura, el cuneiforme; también allí se escribió la obra literaria más antigua de la humanidad hasta ahora conocida: el poema de Gilgamesh. Las hazañas de este personaje fueron escritas en doce tablillas de barro, que, por siglos, estuvieron enterradas entre la arena y el olvido.

G3

Gilgamesh era mitad dios y mitad hombre. Fue enviado a la tierra por los dioses para gobernar la ciudad de Uruk. Era autoritario y despiadado con su pueblo, buscaba ser el rey más fuerte y poderoso; quería conquistar la gloria y vivir por siempre. Aunque parecía humano, no supo lo que «significaba ser un humano”, hasta que conoció a Enkidú y, con éste, conoció la amistad, la lealtad, la compasión y la perseverancia. El valor y el heroísmo de Gilgamesh se narra en un poema que da cuenta de una sucesión de míticas aventuras, encuentros con criaturas terroríficas, viajes por lugares asombrosos y la búsqueda incansable de la inmortalidad. Los siguientes son los versos del Preámbulo[1] de esta epopeya:

gilgamesh-lion-688po

Tablilla I, columna i

Quien vio el abismo

fundamento de la tierra

quien conoció los mares

fue quien todo lo supo;

quien, a la vez,

investigó lo oculto:

dotado de sabiduría,

comprendió todo,

descubrió le misterio,

abrió [el conducto]

de las profundidades ignoradas

y trajo la historia

de tiempos del diluvio.

[Tras] viaje lejano,

volvió exhausto, resignado.

[y] grabó en estela de piedra

sus tribulaciones.

Él erigió los baluartes

de Uruk-el-Redil,

el del Eanna

sagrario santoG7

Mira sus muros…

¡Como de bronce…!

Observa sus fundamentos.

¡No tiene par!

Toca el umbral,

de vieja hechura.

Acércate al Eanna,

morada de Ishtar.

Ningún rey en el pasado,

ningún hombre lo igualará

Sube y pasea

sobre sus muros.

Mira sus cimientos.

Considera su estructura.

¿No son acaso

cocidos sus ladrillos?

¿No habrán echado sus fundamentos

los Siete Sabios?

 

Un sar[2] mide la ciudad,

un sar sus huertos,

un sar el templo de Ishtar.

G4En total…

¡tres sar abarca Uruk!

Busca [ahora]

el cofre de cobre;

tiene un cerrojo de bronce.

Abre

la puerta de los secretos.

Saca una tablilla

de lapislázuli. Lee.

Son las pruebas

que sufrió él, Gilgamesh.

G19-1

¡El más famoso de los reyes,

célebre, prestigioso!

¡Heroico retoño de Uruk!

Toro que embiste.

Va al frente, el primero

[en la batalla].

Para auxiliar a sus hermanos,

vuelve atrás.

¡Fuerte red,

protección para sus huestes!

¡Impetuosa corriente,

derriba las murallas!

¡Hijo de Lugalbanda,

perfecto por su fuerza!

¡Hijo de la Excelsa Vaca,

Ninsún-Rimat!

Tal es Gilamesh.

Perfecto. Soberbio.

 G62

Abrió los pasos

de la montaña,

cavó los pozos

en sus laderas,

cruzó el océano, vastos mares,

hasta donde sale el sol;

alcanzó los confines de la tierra

en busca de la vida.

Por su propio esfuerzo, llegó

hasta Utanapíshtim, el distante.

Restauró los santuarios

arrasados por el diluvio.

Entre todos los pueblos

nadie habrá

que le iguale

en majestad;

que, como Gilgamesh, pueda decir:

“¡Soy yo el rey!”

 

El poema de Gilgamesh es un texto fundamental en el acercamiento a la literatura y de modo particular a la poesía, pues aunque se trata de un texto épico, se torna lírico ya que expresa la angustia existencial que atraviesa la experiencia humana. Las tribulaciones y emociones del rey de Uruk son las mismas de las que abreva la poesía de todos los tiempos, el amor, la fraternidad, al dolor por la pérdida y el miedo a la intrascendencia, entre otras. Gilgamesh representa la epopeya de la poesía misma, sobreviviente en el desierto del tiempo, palabra que se levanta del polvo y la arena para seguir brillando en sus ecos.

Por último, quiero mencionar la estupenda versión en prosa, idónea para lectores infantiles y juveniles, que ha escrito e ilustrado minuciosa y bellamente Ludmila Zeman, y que ha sido editada por Ediciones Tecolote (México, 2003).

 

G1P

 

Las ilustraciones son de Ludmila Zeman, incluidas en su obra Gilgamesh, México, Ediciones Tecolote, 2003.

[1] Tomado de Gilgamesh o la angustia por la muerte (poema babilonio). Traducción directa del acadio, introducción y notas de Jorge Silva Castillo, México, El Colegio de México, Centro de Estudios de Asia y África, 2004.

[2] Medida de superficie de alrededor de 360 hectáreas.