Dedicado a las niñas de Guatemala, a quienes en vez de poesía, amor, justicia, les han dado el peor castigo por ser niñas, mujeres, pobres, y vivir en un sistema donde se desprecia la vida y se incinera la esperanza.
Basta así la palabra de un poeta, la imagen nueva pero arquetípicamente verdadera, para que reencontremos los universos de la infancia. Sin infancia no hay verdadera cosmicidad. Sin canto cósmico no hay poesía. El poeta despierta en nosotros la cosmicidad de la infancia.
Gaston Bachelard
El poemario Mañanas de escuela[1], de César Arístides[2], con ilustraciones de Paulina Barraza, nos propone entrar en un mundo provisto de imágenes de ensueño con tardes de frutas habitadas por osos de arena y pájaros rojos que lloran bondad. Un mundo que evoca una infancia que juega en el jardín donde pájaros azules se vuelven bicicletas y habitan árboles que piensan. Un mundo en cuyo paisaje los árboles vuelan sobre el sueño de los gatos. Un mundo que podemos mirar asomándonos tan solo “En la ventana”:
Desde mi ventana el mundo son los árboles
los pájaros que vuelan sobre el sueño de los gatos
allá están los camiones las calles las ilusiones
los niños más grandes regresan de la escuela
entonces las nubes ponen el mantel
y le avisan al sol que lave sus manos
pues es hora de llover
desde mi ventana la ropa tendida
es un baile de fantasmas que dan risa
un vestido tiembla y corren calcetines
en busca de un señor barrigón
que trabaja en un mercado
corren las bancas porque llueve
y las casas también los semáforos
sólo los sueños se quedan quietos
disfrazados de niñas mojadas
que saltan una cuerda
Mañanas de escuela se compone de un conjunto de poemas líricos que hablan de experiencias de infancia en un patio escolar donde los árboles greñudos/ juegan encantados y una mochila es un cofre de ilusiones; de la arboleda adornada con el verdor de los pájaros; de una casa con habitaciones donde se crece y se juega, y donde a veces da miedo el eco de la nada, como en “Quiero dormir”:
A veces en la noche
me da miedo el eco de la nada
Imagino a los fantasmas buscar su cabellera
atorada entre las puertas o los libros
debajo de la cama entre juguetes olvidados
si acaso me despierto a medianoche
asustada por la nada y su canción de oscuridad
pienso en el columpio y la naranja
en las nubes que hacen triste la cara de mi abuela
y también en la risa del recreo
así me entra la sed y la añoranza
y vuelvo despacito
acurrucado en los recuerdos
a la tibieza del sueño
En este poemario se entretejen una serie de sensaciones que se perciben con todo el cuerpo, un cuerpo que juega, que mira y se mira a sí mismo, con la emotividad del ensueño de infancia expresada en cada verso, en cada poema. El discurso poético que configura los poemas de esta obra destaca el uso de imágenes sensoriales con las que se crean ambientes donde se escucha la música de las hormigas y se mira a los árboles dejar caer “Cartas a los niños”:
Caen de los árboles
para que las escriban nuestras pisadas
cartas de amor o música de hormigas
revuelo del viento al atardecer
mientras los árboles se ponen tristes
porque el cartero apurado en su tarea
no entrega a los niños que no saben leer
estas hojas mal escritas
por el verdor de los pájaros
Como toda la poesía que trata de la experiencia de infancia, las composiciones de esta obra obsequian a sus lectores, de cualquier edad, una entrada al recuerdo, a la añoranza o a la evocación de esta etapa esencial que percute o repercute en la memoria de toda persona. Finalmente, Mañanas de escuela propone una respuesta ante la inagotable pregunta: “Qué es la poesía”:
Le pregunté a mamá qué son los versos
y me dijo que eran flores de lluvia y algodón
papá qué son los versos
y me habló de caballos rojos en un mar de azucenas
profesora qué son los versos
y escribió en el pizarrón palomas de cristal
pero dígame maestro que son los versos
y me enseñó un dibujo donde lloraba un corazón
ahora sé qué son los versos
tu sonrisa en la lluvia
y el amoroso silencio
Sugerencias para escribir después de leer este poemario y otros
Conviene saber que jugar con los poemas, manipular e intervenir los versos ajenos es un buen comienzo y un camino lúdico para lograr que las niñas y los niños se familiaricen con el discurso poético y, poco a poco, lo hagan propio como recurso expresivo y creativo. Con tal propósito, se hacen las siguientes propuestas:
Escribir a partir del título de un poema
Sugiera a las niñas y los niños lectores que elijan un poema que les haya causado una impresión especial. Invítelos a comentar lo que les hizo sentir, pensar o recordar. En seguida, pida que se preparen para escribir un texto personal y aclare que no estarán obligados a compartirlo, a menos que deseen hacerlo. Proponga una pauta para orientar el proceso de escritura, como la siguiente:
- Adoptar el mismo título del poema seleccionado como título de su propio texto.
- Tomar como modelo de escritura el poema seleccionado: tema, estilo, recursos.
- Escribir un poema nuevo y personal.
- Ilustrar el poema, si así lo desean.
Componer un poema con títulos de poemas ajenos
Invite a los lectores a seleccionar, de modo individual, los primeros versos de entre siete y diez poemas, destinados a componer uno nuevo con ellos. En la composición que hagan deben buscar que haya coherencia semántica, sin perder de vista que un elemento esencial en la poesía es la construcción de imágenes a partir del sentido que evoquen las palabras usadas en sentido metafórico. Recomiende seleccionar de siete a 10 de los primeros versos que más les gusten; acomodarlos en el orden que les guste; complementar con algún verso nuevo de su propia creación y colocarlo donde crean conveniente; que hagan una lectura del nuevo texto y hagan ajustes finales si los creen necesarios. No se trata de acomodar arbitrariamente los versos, sino de construir sentido y expresión con su composición. El siguiente texto está compuesto con siete títulos de poemas de Mañanas de escuela:
Un mensaje de pájaros te voy a cantar
El mar es mariposa que sueña
Para cubrirme del miedo
Allí guardo mi libro de paisajes y barcos
Feliz me despierto y la casa es un sueño
Si te digo tengo miedo
Mi llanto es luciérnaga triste
[1] Mañanas de escuela, de César Arístides, México, Santillana, 2011.
[2] César Arístides nació en la Ciudad de México en 1967. Cuando era niño no le gustaba la escuela, en vez de eso, deseaba ser jugador de futbol, y cuando había oportunidad le encantaba mojarse bajo la lluvia. Le gustaba leer y esa era una de sus actividades favoritas. Su gusto por la literatura lo llevó a escribir y a recopilar poesía de otros. Entre sus obras destacan: Duelos y alabanzas y Murciélagos y redención, obra con la que ganó el Premio Internacional de Poesía “Benemérito de América”, en 2004. En la actualidad es editor y, aunque dice ser un poco lento en la cancha, juega futbol rápido en su tiempo libre.